10. murmullo

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<< pov. aerin >>

Lo primero que percibí al abrir los ojos fue el intenso dolor en mis costillas y en mi rostro. Iba a bordo de un barco; estaba segura, pues podía sentir como nos movíamos sobre el agua. Relamí mis labios secos y separé la mejilla del húmedo y frío suelo de madera para incorporar mi cuerpo lentamente hasta poder sentarme con mi espalda recargada contra la pared.

Me sentía desorientada y mis oídos zumbaban, como cuando despiertas a mitad de la noche debido a una pesadilla.

Quise llevarme la mano a la cara para intentar apaciguar el dolor, pero no pude hacerlo porque no fui capaz de alzar mi brazo con libertad. Me di cuenta de que mi muñeca izquierda estaba encadenada al piso y de que me encontraba atrapada en la esquina del oscuro espacio, detrás de unos barrotes que iban del suelo al techo.

Sacudí las rígidas cadenas y forcejeé por instinto, pero era inútil. No había manera de zafarme.

Mis ojos se desbordaron en lágrimas mientras el bombardeo de recuerdos llegaba con velocidad a mi mente. El ruido en medio de la noche, los golpes, la desesperación y la imagen de Jungkook corriendo en la playa. Después... La mayor parte estaba borrosa. Podía recordar vagamente la sensación de ser arrastrada por la cubierta del barco, así como las fugaces, lacerantes y despiadadas expresiones de Hosan, Wooje, Sangjin y del puñado de desconocidos que formaban parte de su tripulación, pero luego... Nada.

Me estremecí al pensar en ellos.

¿Por qué hacían esto?

¿Para qué me llevaban con ellos?

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado ni de a dónde nos dirigíamos, pero era consciente de que no podía tratarse de nada bueno. Recordé lo que Jungkook me había contado sobre el odio de Hosan hacia mi familia, así que lo único que me quedó por hacer fue esperar lo peor.

Me detestaba.

Y era posible que, de alguna forma, se hubiera enterado de quién era yo.

En medio de una respiración alterada y un llanto temeroso, intenté acostumbrar mis ojos a la oscuridad de la habitación para así poder inspeccionarla. Sin embargo, el ambiente no era del todo negro; había un porta velas colgado en la pared frente a mí con una tenue llamarada de fuego encendida dentro. La habitación era tan sombría, lóbrega e intimidante que imagine su ubicación en el rincón más recóndito de la embarcación.

Hacía frío, y el ruido del mar era espeso.

Distinguí barriles y costales, así como un montón de trastos y cachivaches viejos. Además, dentro de mi celda, había algunas cajas. Agudice la vista para identificar lo que había detrás de ellas, pues podía notar algo escondido en las sombras. Gateé algunos centímetros y estiré mi brazo libre para mover la caja más cercana a mí. Sin embargo, cuando lo hice, noté con claridad un rostro.

Mi corazón latió aún más rápido.

Retrocedí torpe y rápidamente en posición de cangrejo hasta que choque otra vez con la pared y apreté las piernas contra mi pecho para alejarme lo más posible. Ahí, en medio de la oscuridad, por fin logré distinguir a una chica.

La vi parpadear varias veces, como si la hubiera despertado de la siesta. Se fue incorporando de a poco, pues también había estado recostada. Lucía calmada con mi presencia, a diferencia de mí. Su piel era extremadamente pálida y la delgadez de su cuerpo era notable; por un breve santiamén, habría podido jurar que se trataba de un fantasma o de una alucinación.

— Te demoraste en reaccionar — me dijo, con tono ronco debido a su somnolencia. — Empezaba a pensar qué quizá estarías muerta.

— ¿Quién eres? — cuestione de inmediato.

mar del este 2 • jjk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora