08. deconstructores de almas

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Estábamos en la playa cuando cayó la noche. Al igual que un montón de gente del pueblo, habíamos decidido bajar a la arena para sentarnos a ver el espectáculo de fuegos artificiales que estallaría en el cielo en cuestión de minutos para marcar la mitad de las festividades pueblerinas.

Hoseok había encendido una fogata para poder colocarnos a su alrededor mientras esperábamos. La estábamos pasando muy bien mientras conversábamos de banalidades. Jungkook, conmigo sentada entre sus piernas, me envolvió entre sus brazos mientras yo me reía de las tonterías que hablaban Jimin y Hoseok.

— ¡Basta! — espetó el primero, haciéndole mala cara al otro. — ¡Te la vas a terminar, y es la última que nos queda!

Ignorando los reclamos, Hoseok siguió engullendo el contenido de la botella de cerveza hasta que no quedó nada. Chasqueó y relamió sus labios al acabar, mirando a Jimin con burla.

— Perdón. ¿Tenías sed?

— Te vas a la mierda — le contestó.

— ¿Podrías ser más dramático? — se metió Namjoon, con una ligera sonrisa. Tenía las piernas estiradas sobre la arena mientras su espalda se recargaba contra una gran roca. — Solo ve a por más. No seas llorica.

— No llevo dinero encima. Ni quiero caminar, gracias.

— Te haría bien el ejercicio, pobretón — Hoseok siguió jactándose. — Venga. Te daré un billete, pero solo sí me lo pides con voz de bebé.

Jimin, en lugar de ello, se abalanzó sobre el chico y ambos dieron un par de vueltas en la arena en medio de una mezcla de risas y gruñidos. Namjoon se limitó a verlos con una mirada de padre decepcionado, pero no tardó en regresar los ojos al libro que había estado leyendo con la ayuda de la luz de la fogata. Yo, en cambio, continué burlándome de ellos mientras los veía forcejear de forma inofensivamente agresiva. Cuando Jimin por fin logró arrebatarle el dinero, se levantó victorioso y corrió hacia el muelle en donde se habían colocado algunos puestos ambulantes.

Hoseok no tardó en ir tras él.

— ¡Eso no ha sido limpio, Park!

Solté otra risilla cuando lo vi saltar a los hombros de Jimin, haciéndolo caer sobre sus rodillas. Para este punto ya estaban demasiado lejos, pero aún así logré oír un atisbo de los quejosos e infantiles lamentos del castaño.

Alce la cabeza sobre mi hombro derecho para echarle un vistazo a Jungkook. Sin embargo, él parecía no haberse enterado de la cómica escena, pues sus ojos estaban clavados en un punto fijo a la distancia. Al seguir su mirada, me di cuenta de que estaba vigilando la entrada a la playa.

Le di una palmada en la rodilla, llamando su atención.

— Relájate — dije. — No creo que Hosan y su séquito de maleantes sean del tipo de personas a las que les gusta ver los fuegos artificiales.

— ¿Eso crees? — me pregunto, presionando mi cuerpo otro poco más entre sus brazos.

Aunque me gustaba su cercanía, no podía evitar notar la angustia en su toque.

— Probablemente están emborrachándose y haciendo mal ambiente en algún bar — asentí, haciendo una mueca. — Estás en las nubes. Has estado distraído desde que salimos de la cabaña.

Jungkook suspiró.

— Estoy un poco en guardia. Lo admito.

Regrese la mirada hacia el frente y la fije en el horizonte, justo en la línea entre el mar y el cielo nocturno. La luna había decidido aparecer en todo su tamaño y esplendor, así que su luz irradiaba de forma agradable sobre la gentil marea. La noche era amena, pero era evidente que para el chico no lo estaba siendo tanto.

mar del este 2 • jjk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora