02. engarce

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<< pov. aerin >>

La noche de nuestro tercer día en el pueblo nos llevó a cenar en uno de los restaurantes cerca de la bahía. Nuestra mesa se encontraba en la acera, así que contábamos con una perfecta vista hacia el mar y una especial sensibilidad por el agradable y tenue calor que hacía. Habíamos cenado distintos cortes de pescado y sentía que mi estómago estaba a nada de reventar. Todo había sido delicioso y ahora estábamos compartiendo carcajadas mientras recordábamos anécdotas de los viajes que habíamos hecho durante los últimos años. Jungkook, por encima de la mesa, sostenía mi mano.

— Se los digo, no sé qué coño me ha dado más terror — dijo Namjoon, haciéndose escuchar por encima de las risas. — Si ese calamar gigante de mierda que casi nos hunde el barco aquella vez, o el culo de Jimin al aire cuando lo saque del agua luego de que se cayera al intentar recoger la red de pesca.

Hoseok incluso aplaudió debido a la cómica narrativa.

— ¿Cómo carajo perdiste los calzoncillos? — cuestionó Jungkook hacia el castaño.

— ¡La marea estaba fuerte! — refunfuño Jimin, cruzándose de brazos. — Carajo, ya pasaron dos meses desde aquel incidente. ¿No les ha pasado algo más interesante?

— No será fácil olvidarlo. Siempre eres tú quien protagoniza este tipo de cosas — hablé. — No es posible que alguien llegue a superarte.

— Continuen burlándose, entonces — continuó renegando. — Pronto les sucederá algo a ustedes y seré el primero en señalarlos y tomar venganza.

El vino que estábamos tomando estaba empezando a mostrar sus ligeros efectos, pues todos se notaban ligeros y más risueños de lo normal. La vida con ellos era simple, pero al mismo tiempo enriquecedora. Todos los días nos sucedian cosas dignas de quedar grabadas en nuestras memorias; incluso un bonito atardecer lograba impresionarme hasta el punto de hacerme parar un segundo para admirarlo con atención.

No me había arrepentido de seguirlos para navegar ni siquiera una sola vez desde que zarpamos de Corea. Era la vida que siempre soñé. Libre, feliz, espontánea y sin ningún protocolo o instrucciones por seguir. Era como danzar todos los días al ritmo de la brisa y las olas que borran lo escrito en la arena; no podía haber nada mejor que esto.

Mientras los chicos seguían mofándose del castaño, una señora de unos cuarenta años que usaba un vestido marrón con holanes y un pañuelo morado en la cabeza empezó a acercarse a las mesas cercanas a la nuestra, como si estuviera ofreciendo algo para vender. Llevaba una canasta colgada de su brazo izquierdo, pero no logré identificar su contenido de lejos. Hoseok, sin embargo, pareció saber lo que era con facilidad. La llamó para hacerla venir usando una voz arrastrada que indicaba que estaría al borde de llegar a una borrachera sino comenzaba a controlar sus tragos.

— ¡Aq-quí, conmigo! — pidió.

— ¿Qué haces? — preguntó Jimin.

— Quiero saber mi fortuna — contestó el chico. — Seguramente me dice que hay una pila enorme de oro en mi futuro. O una chica guapa. Con cualquier opción estaría contento.

Ahí lo noté. La mujer era una tarotista. Cuando llegó a la mesa, la vi tomar su baraja de cartas de su canasta. Sus dedos eran largos y huesudos, y llevaba un montón de anillos de todos los tamaños en ellos. Intercambié una mirada con Jungkook, pero él solamente se encogió de hombros.

— Elige una — le pidió la señora a Hoseok para luego revolver la baraja y colocar boca abajo cinco cartas sobre la mesa. Una vez que el chico hizo lo encomendado, ella levantó la seleccionada. — El mago.

mar del este 2 • jjk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora