05. limerencia

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— Deja de moverte — dije por segunda ocasión en el último minuto.

— No cortes mi oreja.

Fruncí los labios hacia el reflejo de Jungkook en el espejo y deslice mis dedos entre las hebras oscuras de su cabello húmedo. No era la primera vez que le cortaba el pelo, pero siempre recibía las mismas críticas de su parte.

— ¿No confías en mí?

— Con tijeras... No mucho, la verdad.

— Tonto — me queje, haciendolo sonreír a medias. — Observe a Taehyung recibir al menos un millón de cortes mientras creciamos. Aprendí varios trucos de solo mirar.

— ¿Entonces por qué siento que mi cuello peligra cada vez que te acercas?

Le di una palmada en el hombro y él hizo un gesto dolido. Sin embargo, sabía que solamente jugueteaba.

— Si no te callas voy a dejarte calvo, mejor. Así todo se volvería más fácil.

Continúe mi papel de estilista sin seguir reparando en sus comentarios. Habíamos traído el espejo del dormitorio de Hoseok a la cocina porque aquí la iluminación era mejor. Jungkook estaba sentado en una de las sillas del comedor. Mordí mi labio inferior para concentrarme, intercalando mis ojos entre el mechón de cabello entre mis dedos y el reflejo del chico, quien llevaba puesta una de las camisas blancas sin mangas que suele usar debajo de la ropa. Yo, por otro lado, me había alistado desde muy temprano con uno de mis vestidos de verano preferidos; fresco, ligero, largo hasta los talones y de color lavanda.

— Hablando de Tae... — hablo Jungkook. —  Hace mucho que no escuchamos sobre él.

— Lo sé — suspiré. — No he podido escribirle.

— Avísame cuando vayas a hacerlo. Quisiera enviarle algo también.

Asentí mientras mi mente volaba hacia el amigo que habíamos dejado del otro lado del mar. Nunca perdimos el contacto con él; escribía seguido al castillo y el también nos enviaba correspondencia (cuando le hacíamos saber alguna dirección fija en la que fuéramos a pasar una temporada). Sin embargo, las cartas suelen tardar mucho en llegar a su destino. Pensar en Corea siempre me trae un sentimiento agridulce porque, a pesar de amar mi vida en el océano y en los lugares que nos hospedan de vez en cuando, también extrañaba mucho el lugar en el que había crecido y a todas las personas que se habían quedado ahí.

La última vez que recibí correo de Taehyung había sido hace aproximadamente tres meses, cuando nos hizo saber que su coronación como rey por fin había sido programada para inicios del próximo año. Era extraño pensar que, de no haberme atrevido a seguir mis sueños, mi vida sería completamente distinta.

— ¿Qué sucede?

La pregunta del chico me sacó de mis pensamientos.

— Nada — negué, pero me anime a continuar cuando recibí una mirada poco convencida de su parte. Sabía que no quedaría satisfecho con una respuesta tan corta. — Lo echo de menos. Eso es todo.

Al principio, y de forma bastante ingenua, había pensado que acostumbrarme a una vida sin Taehyung sería más sencillo a medida que pasara el tiempo. Debí haber sabido que estar lejos suyo jamás terminaría de sentirse normal. Jungkook, como si me leyera la mente, pareció simpatizar con mi repentina tristeza.

— ¿No te gustaría visitarlo? Podríamos viajar allá en un par de meses.

Mi sonrisa apareció instantáneamente y mis manos se quedaron quietas en su cabeza.

— ¿En serio?

— Claro — aseguró. — Sería bueno pasar unas semanas en Corea. En especial ahora que todos por allá me aman e idolatran por haberlos salvado y todo eso... Oye, creo que seré incluso más famoso que tú.

mar del este 2 • jjk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora