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Una intensa sacudida atravesó mi cuerpo, despertándome abruptamente. Mi corazón latía a una velocidad vertiginosa, como si estuviera a punto de salir de mi pecho en cualquier momento. Y parece que eso no es lo único que se salió.

Me deshice de las sábanas, descubriendo que mis pantalones estaban considerablemente empapados.
Esto es asqueroso, ¿Qué tengo quince años?

Con indignación hacia mi propio cuerpo, me puse de pie y me dirigí al baño para tomar una ducha y limpiar mi desastre. ¿Cuándo fue la última vez que me ocurrió algo así?

Hacía bastante tiempo que no experimentaba una erección al despertar debido a sueños húmedos.
Diría que esta es la primera vez que incluso llego a correrme de esta forma tan intensa.

Era consciente de que la responsable de esto era Elysia. Había leído tanto sobre ella que, al final, apareció en mis sueños.

Bueno, era inevitable. Reflexioné, recordando fragmentos del sueño en el que ella me bailaba de manera erótica y sensual.

Mi entrepierna reaccionó nuevamente, complacido con mi imaginación perversa.

—Maldita sea... ¿Todavía ni la toqué y ya estoy reaccionando así?

Mi cuerpo tomó el control de mis acciones por completo, y mis manos se movieron de manera automática hacia mi miembro, envolviéndolo.

—Cuántos años han pasado desde la última vez que me masturbe?

Creo que aún estaba en la universidad.

—De vez en cuando no hace daño ¿No?

Cerré los ojos y permití que mi mente lasciva se desplegara, imaginándola a ella conmigo en este momento.

Movía mi mano arriba y abajo, mientras recreaba mentalmente aquella mirada inocente y asustadiza que tuvo cuando chocó conmigo. Otra sacudida me recorrió, y sentí cómo mi cuerpo se calentaba a pesar de estar bajo el agua templada.

No me detuve y continué con lo mío, incrementando gradualmente la intensidad, imaginándola de rodillas frente a mí. La observaría y ella a mí, mientras se reclamaría los labios, hambrienta y rogaría que usará esa caliente y lujuriosa boca como me placiese.

—Maldición.—experimenté un fuerte espasmo, llegando a un clímax más rápido e intenso de lo que lo había hecho en toda mi vida.

Mientras dejaba ir todo por el desagüe, me planteaba una y otra vez la misma pregunta. ¿Qué diablos me está haciendo?

[° ° °]

El resto del día estuve bastante irritable e insoportable, incluso yo mismo lo admito. Pero, ¿Cómo no estarlo?

Después de ocuparme de ese problema, no me sentí nada satisfacción, lo que simplemente empeoró mi humor en el estado actual.

En una de las reuniones rutinarias, saqué mi móvil y comencé a navegar por las redes sociales, intentando mejorar mi humor, especialmente en las de Elysia y sus amigas.

Una de ellas, Leyla, era la más activa en las redes y subía foto tras foto constantemente. A pesar de no comprender cómo alguien puede compartir tantas cosas en poco tiempo, me gustaba que lo hiciera. Era una buena forma de seguir a quien realmente me interesaba.

Había varias fotos que subió, todas mostraban alegría y un ambiente un tanto festivo. Elysia lucía el cabello alborotado y llevaba un vestido corto negro que la hacía ver deslumbrante.

Así que mientras yo sufría en la cena de mi familia, ellas se divertían en una discoteca.

Había otra imagen, más reciente, de esta mañana, donde se las veía en una cafetería, bastante demacradas, lo que indicaba las consecuencias de beber en exceso.

—... Y esto es mi lluvia de ideas, ¿Qué les pareció?

Volví al mundo real con un toque sutil de desaprobación en la mirada de mi confidente y secretario.

—Creo que tienes buenas ideas, pero tendré que analizarlas más a fondo para darles el visto bueno —dije, con total descaro.

Aunque no entendía completamente lo que había dicho, estaba seguro de que eran buenas ideas si Nathaniel las recomendaba.

—Les daremos un último vistazo y les diremos algo —concluyó mi secretario.

Después de eso, todos se levantaron y regresaron a sus respectivos trabajos. Yo también me puse de pie y fui a mi oficina, sin despegar la vista del teléfono.

—¿Qué te pasa estos días? —preguntó mi amigo, interceptándome.

—No sé de qué hablas, Nath —le respondí sin levantar la cabeza de mi móvil, tomando asiento en mi lugar habitual.

—¿No eras tú quien decía que el móvil solo se debe usar de forma práctica, ya que te quita tiempo valioso?—me echó en cara, y alzando la cabeza, dejé el móvil a un lado.

Mi mejor amigo me miraba con una ceja levantada, buscando respuestas a su insaciable mente curiosa.

—Ya sabes, mis padres volvieron de su expedición y organizaron una reunión familiar —mentí a medias.

Es cierto que me enviaron mensajes para unirme a ellos hoy, pero una vez más utilicé mi trabajo como barrera, ya que no podía negarme.

—Entonces, que estés absorto en el móvil como un adolescente es culpa de tus padres.

—¿De quiénes si no? —dije con firmeza, pero mi secretario me miraba de forma inquisitoria, como si no creyera ni una palabra de lo que decía.

Demasiados años de amistad, supongo.

—Puedes mirarme y poner las caras que quieras, pero esa es la verdad.

—Aja, lo que tú digas.

Nath se dejó caer en uno de los asientos frente a mí, aún mirándome. Sin embargo, lo ignoré y cambié de tema.

—Ahora, me gustaría un informe sobre esta última reunión.

—Si no tuvieras que estar con tu móvil, no lo necesitarías —murmuró consciente de que yo lo escucharía.

Pero no iba a caer en sus provocaciones e insistí.

—El informe.

—Está bien, está bien.

Mi amigo se rindió, y ambos nos pusimos a trabajar como es de costumbre. Aunque de vez en cuando me lanzaba indirectas, que ignoraba y no les prestaba atención.

ELYSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora