Prólogo.

32 8 38
                                    

Siempre he sentido una extrañeza, una incompletitud y falta de satisfacción en mi ser, pero nunca imaginé que este desasosiego, esta intranquilidad, tuviera su origen en una mujer.

Sinceramente, experimenté una profunda molestia el día en que me di cuenta, llegando incluso a desear eliminarla. No quería que algo aparentemente insignificante, como lo era ella , tuviera el poder de controlarme.

Se preguntarán qué está diciendo este desconocido hombre sin nombre. Debería empezar desde el principio para que puedan comprender mi completa indignación, frustración y malestar.

Mi nombre es Aaron Hill, un hombre de 30 años que padece una insatisfacción crónica. Aunque nadie me diagnosticó, lo hice por mi cuenta. ¿Y por qué? Pues...

Desde que tengo uso de razón, siempre sentí que me faltaba esa satisfacción plena que veía en muchas personas. Aunque es cierto que no toda la población se siente plenamente satisfecha, el problema es, que yo no me sentía satisfecho con nada.

Todo a mi alrededor, cada experiencia o posesión, era insuficiente para mí, por lo que  deseaba esa plenitud a como diera lugar.

Nací y crecí en una familia acomodada, siendo un niño normal con sus altos y bajos. Desde muy pequeño sentía aburrimiento de la vida. Mis padres, preocupados por mi falta de interés en todo, me llevaron a varios especialistas que no encontraron ninguna anomalía en mí.

Decían que solo era introvertido y muy tímido. Además, el hecho de que mis padres tuvieran que viajar por trabajo solo logró que me encerrara más en mí mismo. Aunque desde este momento quiero dejar claro que no era nada de eso. Mis padres viajaban por trabajo para ganarse la vida y poder mantenerse a sí mismos y a mí, por lo que entendía las circunstancias y nunca los culpé por ello.

Al contrario, agradezco a mis padres por brindarme la oportunidad de explorar diversos países, conocer personas y sumergirme en distintas culturas. Sin embargo, uno de esos viajes marcó un punto de inflexión con el nacimiento de mi hermana Karen, desencadenando así mi persistente insatisfacción.

No malinterpreten, reconozco el amor que mis padres me profesan, y yo a ellos, pero ver la expresión de pura felicidad en el rostro de mi madre al dar la bienvenida a mi hermanita, como si experimentara una plenitud hasta entonces desconocida, me impactó profundamente.

Incluso me acerqué más a mi familia, pensando que el amor familiar podría colmar ese vacío, pero con el tiempo me di cuenta de que no era así. Comencé a explorar otras vías en busca de respuestas.

Después de establecernos debido al nacimiento de mi hermana, ingresé al instituto y traté de encontrar soluciones a través de la amistad, pero esa búsqueda resultó infructuosa. Continué experimentando durante mi periodo en el instituto y la universidad, explorando todos los placeres imaginables.

Probé relaciones casuales, tanto con mujeres como con hombres, pero las complicaciones de las relaciones sentimentales se volvieron un exceso para mi preferencia, limitándome a encuentros sexuales sin compromisos. Exploré incluso ambientes más extremos, como el BDSM, que si bien proporcionaron novedad inicialmente, terminaron por aburrirme con el tiempo.

Frustrado, intenté con sustancias ilegales, pero en menos de una semana abandoné esa senda al darme cuenta de que solo agravaba mi insatisfacción crónica.

Sin rendirme, busqué la realización a través del éxito profesional. Tras graduarme de una prestigiosa universidad, ascendí en una renombrada empresa hasta tener recursos suficientes para fundar mi propia compañía. A pesar de mi éxito financiero, la insatisfacción persistió, llevándome a aceptar la cruda realidad de mi destino sin encontrar respuestas. Hasta que la conocí a ella, Elysia.

ELYSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora