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Pasé toda la mañana esperando que mencionara algo acerca de la salida que tendría con ese hombre, pero no dijo nada. A pesar de las reiteradas ocasiones en que le pregunté si tenía algún plan para la tarde, ella siempre respondía con evasivas.

—¿Seguro que no tienes nada que hacer más tarde? —insistí con aparente indiferencia, observándola de reojo.

—No, nada en particular —replicó con una sonrisa tranquila.

¿Por qué no me lo decía? ¿Intentaba ocultarme algo? Tal vez simplemente lo había olvidado. Esbocé una sonrisa irónica. Conociéndola, lo más probable era que se tratara de lo último.

Después de dejarla en su casa, volví a la mía, y lo que encontré frente a la puerta me desagradó profundamente. Allí, aguardando de manera inusual, estaba una figura del pasado que conocía demasiado bien: Alison Stone. Años atrás, había sido uno de los mayores inconvenientes de mi vida.

Había cambiado en algunos aspectos. El cabello negro que siempre la caracterizó ahora se veía mucho más claro. Sus labios parecían retocados, y, probablemente, también había intervenido su busto. No obstante, la mirada calculadora seguía presente, esa expresión que siempre la había definido.

Al percatarse de mi llegada, se levantó del suelo con torpeza y se acercó apresuradamente hacia mí. Levanté la mano de inmediato, deteniéndola a una distancia prudente.

—¿Qué haces en mi casa, Alison? Y, ¿cómo es que sabes dónde vivo? —pregunté con frialdad.

—Nath me lo dijo —respondió con naturalidad, como si aquello no tuviera la menor importancia.

La observé con incredulidad y el ceño fruncido. ¿Acaso creía que iba a creer semejante mentira?

—Parece que tu habilidad para mentir se ha deteriorado con los años. Dime la verdad antes de que llame a seguridad para que te saquen de aquí —advertí, manteniendo mi mirada fija en ella.

—¿Todavía me odias? —preguntó con un tono cargado de victimismo, pero yo apenas me molesté en rodar los ojos.

—¿No se supone que nunca me amaste? ¿Por qué entonces continúas tratándome así?

—Para odiarte tendría que sentir algo hacia ti, pero lo único que siento es indiferencia —repliqué, impasible.

Un destello de dolor cruzó por su rostro, pero no me conmovió lo más mínimo. Sabía bien que con ella, cada gesto era una actuación meticulosamente calculada.

—Solo quería...

Dejé de prestarle atención en cuanto mi móvil vibró en el bolsillo. Al revisarlo, vi un aviso de movimiento del rastreador instalado en el dispositivo de Elysia.

¿Adónde va ahora? ¿Será posible que ya haya decidido encontrarse con ese hombre? Irritado, volví la vista hacia Alison, que continuaba hablando.

—No tengo tiempo para escuchar tus quejas, estoy ocupado —le dije con brusquedad, dándole la espalda y subiendo de nuevo a mi coche.

Arranqué y me dirigí a la ubicación indicada por el rastreador.

El trayecto me llevó hasta un Starbucks. Observé el lugar con atención hasta que la vi. Elysia acababa de entrar, con un aire apresurado. Llevaba puesta una blusa amarilla y unos vaqueros blancos que destacaban su silueta. Miró a su alrededor con cierta inquietud, como si esperara a alguien, pero al no encontrarlo pareció relajarse un poco.

Se dirigió al mostrador, hizo un pedido y luego se sentó junto a una de las ventanas. Aparqué el coche en el mejor lugar posible, aunque desde ahí no podría escuchar la conversación. Debería pensar en cómo solucionar ese inconveniente la próxima vez.

ELYSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora