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Muchas veces se dice que el ser humano tiende a hacer lo contrario de lo que le dicen, ya que siempre somos tentados por la curiosidad, lo diferente y queremos saber el porqué de esa respuesta negativa.

En mi caso, algo similar sucedió: el interés por aquella mujer pelirroja pasó de ser simple curiosidad a un interés más intenso y profundo cuando ella ponía mucho empeño en mantenerme alejado. Pero ella no sabía que cuanto más me alejaba, más deseaba estar cerca de ella, tenerla para mí y monopolizarla.

Dejando mis pensamientos irracionales a un lado, volvamos al momento en que la vi en toalla.

Pueden hacerse una idea de cómo me sentí al verla, con una simple toalla mía, recién salida de la ducha, desprendiendo sensualidad por todos los poros de su piel sin pretenderlo.

De verdad que sentía que todo mi autocontrol iba a quebrarse y me iba a abalanzar sobre ella, como un chico lleno de hormonas que ve por primera vez el cuerpo de una mujer.

Sí, creo que esa será la mejor descripción, parecía un pervertido que babeaba por el cuerpo de una chica.

Era realmente patético, ¿pero cómo no hacerlo cuando la deseaba tanto? Quería arrancarle esa toalla y descubrir qué tanto escondía tras ella.

Pero volviendo a la realidad, después de eso, decidí ser un caballero por esta vez y acompañarla a su casa. Lo último que quería era que pensara que soy un degenerado o algo por el estilo.

Aparqué el coche en la entrada de su edificio, y luego se hizo un silencio terrible. La miré de reojo. Elysia estuvo retorciendo sus manos todo el trayecto, tanto que creí que se iba a arrancar la piel en cualquier momento.

Más adelante debo conseguir que deje ese hábito.

Lo cierto es, que no quería que se fuera todavía, me gustaba verla, por lo que decidí comentar lo que me estuvo rondando por varios días.

Después de darle mi número, pensado que me llamaría en una excusa de compensarme quel incidente en la galería, esperé su llamada, pero esta nunca llegó. ¿Por qué nunca lo hizo? ¿Se le había olvidado?

Sé que también fue mi error el no pedirle el suyo de antemano. Aunque ahora lo tenía, no podía llamarla sin más. Era frustrante.

—¿Cómo te va en el trabajo?

—¿El trabajo?—Preguntó sin comprender.

—Ya sabes, la galería.

—Como ya le dije, solo fue una suplencia. Pero he decidido trabajar de forma más permanente en el veterinario de mi madre.

—¿De verdad?

—Si, señor—respomdió de forma automática.

—Anoche, nos besamos hasta el cansancio, así que pienso que ya va siendo hora que me llames por mi nombre, ¿No te parece, Elysia? —dije con tono divertido y burlón.

Sus mejillas enrojecieron como un tomate maduro, se veía realmente adorable, lo que hizo que deseara molestarla un poco más.

—¿O es que les hablas de usted a los hombres con los que te besas? —la provoqué.

Ella, entonces, cambió su actitud. A pesar de que tenía aún las mejillas enrojecidas, su mirada hacia mí era mucho más firme, cosa que me sorprendió.

—No voy por allí besándome con hombres —respondió con tono indignante.

¿Estaba molesta? ¿Por qué?

—No lo dije de esa manera, perdón si te ofendí —dije a toda prisa sin entender su molestia.

—Lo que sea —respondió ella y se dispuso a abrir la puerta.

Oh, mierda, no quiero que se vaya todavía. Entonces algo se me vino a la mente.

—¿Recuerdas lo que dijiste aquella vez en el veterinario? —cuestioné y ella me miró, abriendo mucho sus ojos, sin comprender a lo que me refería.

Tuve que morder mi labio para evitar reírme y luego añadí.

—Dijiste que querías compensarme por el incidente de la galería —la recordé.

Ella al final cayó en cuenta de a qué me refería y habló.

—Sí, recuerdo que lo dije —soltó con nerviosismo.

¿Cree que la pediré algo indecente? De alguna forma, aquello me ofendió y a la vez me divirtió. Sin duda, quería hacerle cosas que ella misma no podía ni imaginar, pero por supuesto, todo con su total y absoluto consentimiento.

—No te preocupes, no te pediré algo extraño. —La tranquilicé.

—¿No? ¿Entonces qué quieres?

—Solo quiero poder llamarte —digo con tranquilidad.

Volvió a girar su cabeza a mí, sorprendida, pero luego se recompuso.

—No tienes mi número.

Si lo tengo, solo que tú no lo sabes.

—Pero tú tienes el mío —dije en respuesta con una sonrisa.

—Si es eso, no hay ningún problema, aunque con el veterinario, estaría muy ocupada y casi no tendré tiempo —comenzó a balbucear cada vez más nerviosa.

Ella bajó rápidamente del coche antes de que pudiera pensar en algo más y cerró la puerta tras ella.

—Gracias por traerme y siento de nuevo las molestias —dijo y luego se alejó a toda prisa entrando en su edificio.

Sí que tenía ganas de perderme de vista.

Este último pensamiento me hizo reflexionar. Siempre había tenido a mujeres para elegir, pero mírame ahora, desesperado porque una chica me preste algo de atención. Qué cosas, ¿verdad?

—Ay, Elysia, incluso si te esfuerzas en mantenerme alejada de ti, no será tan fácil, sobre todo si yo no lo deseo.

Arranqué el coche una vez más, conduciendo en dirección al restaurante donde se encontraban mi hermana y madre, mientras sentía que aquel interés hacia esa chica pelirroja de hermosos ojos dorados crecía cada vez más intenso y profundo en mi pecho.

ELYSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora