8

9 3 17
                                    

—¡Baila conmigo!

La mujer, a la que había estado siguiendo y observando en cada red social, ahora estaba en mis brazos, con varias copas de más y una sonrisa de oreja a oreja fruto de ello.

Cualquiera que me viera en este momento podría tildarme de un acosador despreciable, pero yo prefiero verlo como hermosas coincidencias.

Pero se preguntarán... ¿Cuántas probabilidades hay de encontrarse con la mujer que protagoniza tus sueños más húmedos? ¿Cuánta suerte debo tener para coincidir en la misma discoteca entre miles que hay? Y la palabra clave es dedicación. Aunque hubo otros factores que influyeron.

Después de trabajar todo el sábado y recibir miradas suplicantes de mi mejor amigo. Pues le hice trabajar un sábado para líbrarme de mi famila y le prometí que se lo compensaría.

Por lo que después de lo que consideré aceptable, suspiré accediendo a que dijera lo que deseaba.

—Saldrás conmigo esta noche —declaró de repente.

—No —respondí de manera tajante.

—¿En serio? Me prometiste que harías cualquier cosa para compensarme.

—Y precisamente pides lo que menos me apetece hacer.

Nathaniel y yo nos dirigiamos hacia los ascensores al concluir la jornada laboral.

—No seas muermo, lo elegí porque te vendrá bien salir un poco; quizás hasta tienes suerte y encuentras algo que haga que dejes de martirizar a tus empleados, en los que yo me encuentro.

—¿Ahora haces esto por la salud emocional de mis empleados?

Presioné el botón del ascensor y ambos subimos a este, dirigiéndonos hacia el garraje.

—Sé que me lo agradecerán, y no serán los únicos —respondió con una sonrisa.

—Ya te dije que no —afirmé con decisión.

No tenía ganas de estar rodeado de cuerpos sudorosos y ser torturado por la música excesivamente alta.

—De acuerdo, entonces, ¿Qué tal si recordamos los viejos tiempos? —propuso, mirándome con una sonrisa maliciosa y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—Está bien, saldré contigo esta noche.

—Vaya, eso ha sido rápido. Tanto odias hacer...

—Dejemos de hablar del pasado, he accedido; eso es lo importante —lo interrumpí, frotándome la sien.

Todavía no he salido y ya me estoy arrepintiendo de mi decisión. Salimos del ascensor y ambos nos dirigimos a nuestros respectivos coches.

—Lo pasaremos en grande, como en los viejos tiempos —me animó.

—Con que pase, me conformo —declaré subiendo al coche, conduciendo hacia mi casa.

Después de eso, todo pasó en un parpadeo. Me duché, me arreglé y fui a la casa de Nathaniel para concretar a dónde debíamos ir, pero el muy indeciso no se decidía. Para evitar frustrarme y no matarlo, decidí entretenerme con el móvil.

Seguía revisando las redes sociales de Elysia y sus amigas, que eran una fuente de información, y una idea me cruzó por la mente.

—Si todavía no te decides, ¿Qué te parece ir a este lugar? —le sugerí.

Investigué en internet y le mostré el lugar donde se encontraban ellas. En lugar de sorprenderse por mi iniciativa, se alegró al ver las imágenes del sitio.

ELYSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora