Capítulo 4. Traidor

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Charly

Toqué con mis nudillos la puerta que tenía frente a mí, sintiéndome extremadamente nervioso, sabía que no era santo de la devoción de doña Carmenza, pero debía hablar con ella, aunque tenía posibilidades de salir de acá con los pies por delante.

— ¿Qué hace usted acá Carlos? — Preguntó al abrir la puerta y encontrarme allá parado. La observé atentamente, comprobando que a pesar de todo lo que le tocó vivir en el último año, seguía siendo tan hermosa como siempre, demostrando que la belleza de Yeimy había sido heredada de ella.

— Doña Carmenza, ¿cómo le va? Verá... — Empecé diciendo, rascando mi nuca, intentando mantener a raya mis nervios. — Si usted me lo permite, quisiera hablar con usted, en privado. — No sabía si mi tío me había mandado a seguir o si tenía a alguno de sus lacayos siguiéndome la pista, y lo que menos quería era que atentaran contra la vida de la abuela de Yeimy, sabía que era muy importante para ella, y la única persona que le quedaba viva, así que debía protegerla.

— Le voy a ser sincera muchachito, no me fío de usted. Le desgració la vida a mi nieta, la encerró en una cárcel de alta seguridad y la dejó embarazada, no espere que lo reciba en mi casa. — Me reclamó, sabía que tenía razón, pero si no me dejaba explicarme, no podría pedirle disculpas, y lo que venía a decirle era muy importante.

— Verá señor... — Un llanto de bebé me interrumpió, provocando que doña Carmenza se adentrara rápidamente al interior de la casa. Sabía que era de mala educación, pero seguí sus pasos, si mis instintos no me fallaban, mi hijo estaba en esta casa. Ese llanto lo conocía demasiado bien, lo tenía grabado en mi memoria, y si Carmenza tenía a Mateo, era porque a Yeimy le había sucedido algo, ella no dejaría solo a nuestro hijo por nada del mundo. — ¿Por qué Mate está acá? — Pregunté acercándome a ellos, antes de que Carmenza llevando al bebé a su pecho, prohibiéndome que pudiera observarlo.

— No se acerque al niño, Carlos. — Advirtió, señalándome con un dedo acusador, empezando a caminar hacia atrás, como si supusiera algún peligro para mi angelito.

— Hey, no le voy a hacer daño. Soy su papá, solo quiero cargarlo, hace tres semanas que no lo veo. — Le expliqué levantando las manos, en señal de paz. — Déjeme verle la cara, para comprobar si creció o si ha cambiado. Le juro por mi amá que no pienso lastimarlo. — Susurré acercándome a ellos lentamente, comprobando con una leve sonrisa como Carmenza bajaba la guardia y me pasaba a Mateo. — Hola mi rey, ¿cómo estás? ¿Ah? Estás hermoso, sos todo un berraquito como tu mamá, tenés su fortaleza mijo. — Dije acariciando sus manitas, emocionándome cuando abrió sus ojos y me observó fijamente. Mate llevó su manita a mi rostro, como si me quisiera acariciar. — ¿Por qué Yeimy no está con Mateo, doña Carmenza? — Repetí, dejando un beso en la frente de mi hijo.

— Al parecer no lo puede tener allá en el penal. — Contestó por obligación, mirándome con desconfianza, a pesar de que le estaba demostrando que no les iba a hacer daño, al contrario los quería ayudar en lo que pudiera. — ¿A qué vino Carlos? No tengo todo el día, mi muchachito tiene que comer y bañarse. — Se quejó, mostrando impaciencia para que le dijera el verdadero motivo de mi visita. Suspirando le dejé a Mateo en los brazos, pasando mi lengua por mi labio inferior.

— Vine a traerle esto. — Comenté, sacando del bolsillo trasero de mi pantalón un sobre manilla, que contenía la plata que obtuve con los derechos de Reflejo. — Este dinero es de Yeimy, son las regalías por la canción que compuso, y que sería la primera de nuestro sello musical. Ahora que ella está, bueno... en la cana, creo que es mejor dárselo usted. — Le expliqué dejando el sobre sobre la mesa de madera, que había a un lado de la habitación. — Quiero que sepa, que ni a usted ni a mi hijo le va a faltar nada, voy a empezar a camellar en el restaurante de una amiga de mi mamá, y pienso traerle plata todos los meses, para que puedan subsistir. — Comenté dejando una mano sobre su hombro, observando con orgullo como Carmenza dibuja una leve sonrisa en sus labios, que trataba de ocultar para no demostrar que me estaba ganando un pequeño hueco en su corazón. — Se que no hace falta que le pida esto, pero mi tío Manin es muy peligroso, por favor, saque a Mate lo menos posible, no quiero que les pase nada. En unos días me entregan un apartamento, que conseguí rentar con el dinero que me dieron al grabar reflejo, quiero que se muden allá. No se preocupe, que no pienso aparecer por allá, si usted no quiere, solo quiero que estén seguros. — Le propuse, suspirando, queriendo proteger a la única familia que le quedaba a mi princesa, y que ahora formaba parte de la vida de nuestro hijo.

Ganándome tú perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora