Yeimy
Apoyé mi espalda sobre la puerta cuando Charly salió de la casa, deslizándome por la longitud de la misma hasta que mi cuerpo tocó el piso, cerrando los ojos con fuerza. Cada vez que estaba cerca suya, un cúmulo de emociones se instalaba en mi estómago, una sensación similar a cuando estás cayendo al vacío. No me gustaba sentirme así, era como si estuviera perdiendo el control de mi cuerpo y de mis emociones. Sacudí la cabeza, intentando sacarlo de mi subconsciente. Obligándome a sentir cosas por él, no iba a cometer ese error, ya lo hice una vez y acabé de la peor manera, y aunque ahora esos sentimientos habían sido reemplazados por el rencor, no quería sentir nada por el papá de mi hijo. Suspiré, pasando las manos por mi rostro, intentando eliminar la frustración, momento en que me percaté de que mis mejillas estaban mojadas. Sequé mis lágrimas con rabia, levantándome del piso cuando recordé que mi hijo estaba en la casa conmigo, y yo estaba perdiendo el tiempo en estupideces. Caminé hacia donde lo vi correr cuando llegó con Charly, asomando mi cabeza por el quicio de la puerta, esbozando una sonrisa. Mateo estaba jugando con sus carritos, emitiendo sonidos parecidos a los de los motores del carro.
— Hola, ¿puedo? — Susurré, agachándome a su altura, alborotando su cabello crespo, sintiendo como el mismo sentimiento de protección y amor que experimenté la primera vez que lo tuve sobre mis brazos, volvía a renacer en mi interior. Mateo se apartó, cruzando sus bracitos a la altura de su pecho, observándome con el ceño fruncido.
— ¡No! Mate, olo. — Aseguró, continuando con su juego, ignorando mi presencia. Suspiré, bajando la cabeza, sintiendo que no iba a ser capaz de mantenerme firme, deseaba tener a mi bebé entre mis brazos, que confiara en mí, que me llamara mamá, cuando me imaginé reencontrarme con él, jamás pensé que fuera tan difícil. En estos momentos sentía que la vida se me caía encima. Llevé las yemas de mis dedos a mi muñeca, acariciando la cicatriz que mis errores dejaron en aquella parte de mi brazo, dejando que las lágrimas corrieran de nuevo por mis mejillas. — ¿Tiste? — Escuché su melodiosa voz, antes de sentir la suavidad de sus manos sobre mi rostro, secando las lágrimas saladas que formaban un sendero hasta desaparecer por mi barbilla. Alcé el rostro, cuando Mateo estiró de mi blusa, provocando que me agachara, momento que aprovechó para dejar un beso en mi mejilla derecha. Un sollozo escapó de mis labios, ante este pequeño acercamiento entre yo y Mateo, pero me obligué a detenerlo, no quería alarmar a mi pedazo de cielo, y mucho menos ponerlo nervioso con mi actitud.
— No, todo bien, mi vida. — Contesté, agarrando un carrito de juguete que tenía en el piso, analizándolo con la mirada, al parecer a mi hijo le gustaban los carros. No tenía ni idea de lo que hacían los pelados de su edad, pero supongo que sería algo similar a esto. — ¿Te gusta jugar con carros? — Pregunté, sentándome a su lado en la alfombra de la habitación, intentando acercarme a él. Mi hijo asintió, observándome con el ceño fruncido, no lo conocía demasiado, pero podía asegurar que a su corta edad, estaba pensando en algo.
— Mate. — Anunció, estirando su pequeña manita para estrecharla con la mía, en una forma de presentación. Una sonrisa genuina apareció en mi rostro, al darme cuenta que con solo dos años era igual de adulador que su papá. Sostuve su mano entre las mías, dándole un suave apretón, correspondiendo a su saludo.
— Yeimy, encantada príncipe. — Me presenté, aclarando la garganta, era duro presentarte con tu nombre personal, cuando en realidad quería que me llamara mamá, pero esto ya era un gran paso y no quería agobiarlo, ya tendríamos tiempo de recuperar el tiempo perdido.
— ¿Eimy? — Repitió, como si no me hubiera entendido, asentí antes de que volviera a su lugar para continuar jugando con sus carritos, ignorando de nuevo mi presencia. Suspiré, sentándome en el sillón que había al fondo de la habitación, agarrando un cuaderno que encontré por la casa, intentando despejar la mente y refugiarme en mi pasión, la música. No se cuánto tiempo pasé transmitiendo mis sentimientos en aquella pequeña libreta, me había evadido por completo de la realidad, hasta que sentí como alguien estiraba de mi pantalón. — ¿Papi? — Me preguntó Mateo cuando alcé la mirada, dejando la libreta en uno de los brazos del sillón.
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Ganándome tú perdón
Fiksi Penggemar¿Qué pasaría si Charly llega a visitar a Yeimy a la cárcel de New Jersey dispuesto a ayudar a Yeimy? Acompáñame a esta emocionante historia en la que cambiaremos el rumbo de la historia y veremos cómo Yeimy y Charly se la ingenian para criar a su pe...