Capítulo 16. Cayendo en la tentación

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Yeimy

— Quitá tus asquerosas manos de mi mujer, carechimba. — Espetó Charly, pasando un brazo por mi cintura, marcando territorio, a la vez que me acercaba todavía más hacia él, provocando que Andrés retrocediera algunos pasos, al comprobar la actitud posesiva e intimidante que estaba mostrando Charly.

— Ey, fresco, parcero, yo solo la estaba ayudando, tu amiga no se siente demasiado bien y solo la quería acompañar a tomar el fresco. — Le explicó levantando las manos en señal de paz. Me giré abruptamente hacia Charly, quien se había cambiado por unos jeans desgastados y una camisa blanca, que llevaba arremangada a la altura del codo, provocando que se viera aún más hermoso de lo que era. Pasó su americana por mis hombros, y aunque era un gesto lindo por su parte, estaba segura que lo hacía para cubrirme de la mirada de Andrés.

— Mi mujer. — Rectificó, pasando una hebra de cabello por detrás de mi oreja, sin aflojar el agarre de mi cintura. — No te preocupés, parcero, que ella tiene quien la cuide. — Le explicó, alejándolo de nuestro lado. Suspiré agotada, de esa lucha interna por demostrar quien era el macho de la manada. Él podía hacer lo que le diera la gana, pero cuando lo hacía yo, venía corriendo a espantarme a quien fuera que estuviera a mi lado. Me solté molesta de su agarre, caminando tan velozmente, como el alcohol me permitía, hasta el exterior, queriendo escapar de su lado. — ¡Princesa, esperate, ome!

— Andate con tu bailarina, Carlos. Dejame sana. — Espeté, girando sobre mis talones, tirándole su americana a la cara. — Ya te dije varias veces que no me llamés así, no quiero que me llamés de la misma forma a la que te refería a todas tus conquistas. — Le recordé, provocando que una sonrisa lobuna apareciera en sus labios, acercándose a mí a pasos decididos. — No te acerqués. — Le pedí, posando mis manos entre ambos, evitando que pudiera acercarse, pero sabía que nada podría detenerlo.

— ¿Y cómo querés que te llame? ¿Mi reina? ¿Mi amor? ¿Mi vida? Vos sólo tenés que decírmelo, y ese apodo será solo para vos, hermosa. — Me aseguró, acortando la distancia entre ambos, provocando que nuestros pechos quedaran uno pegado al otro.

— ¿Estás seguro que será solo para mí? Porque hace rato estabas muy contento con esa aprovechada, que en estos momentos estará faldando de que estuvo unos minutos con vos, pero como vos no podés tener tu cosita guardada. — Exclamé, perdiendo mi dignidad, quedando en evidencia, dándole la excusa perfecta para molestarme en el futuro. — Pero déjame decirte, que esa "mujer" no va a llamarte, porque ya consiguió lo que quería, solo bastaba ver cómo te comía con la mirada, y vos como si nada, dejando que te manoseara. Te creía más listo, Charly...

— Podés estar tranquila, mi amor, porque con esa bailarina no pasó nada más que unas palabritas, pero vos ahora mismo estás muy tomada para comprenderlo. Aunque te lo repetiré las veces que hagan falta, ¿sabés por qué no pasó nada? Porque yo a quien quiero es a vos. — Me mintió de forma descarada, agarrando mi rostro, acercando sus labios de forma peligrosa a los míos, pero por suerte pude reaccionar a tiempo, impidiendo que pudiera empezar a besarme, porque en el momento en que lo hiciera, mis barreras se verían derrumbadas, pues no creía poder resistirme a él por más tiempo. — ¿Por qué te apartás? ¿Acaso vos no querés esto también?

— No, no lo quiero, y aún menos cuando tenés la saliva de esa mujer danzando por tu boca. Lávate primero los dientes, ¡cochino! — Exclamé, empezando a caminar hacia la vía principal, quería largarme de este lugar, apartarme de él, estaba muy emputada en estos momentos, y no quería decir algo de lo que pudiera arrepentirme más tarde. Pero al parecer mi cuerpo también estaba hoy en mi contra, pues no calculé bien, y por pocos me voy de bruces contra el piso, de no ser porque Charly me agarró de la cintura, provocando que mi cuerpo traicionero reaccionara en consonancia.

Ganándome tú perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora