Una Ducha Entré Dos

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Sir Reynaldo, el nuevo consejero real, con una sonrisa malévola, se acercó a Link sabiendo sobre su talento con la espada, instándolo a enfrentarse al temible centaleón que amenazaba el bosque y a su gente. Aunque no irá solo, habria más soldados. A pesar de su sentido del honor, Link no confiaba plenamente en las intenciones de Reynaldo, leyendo entre líneas la astucia en su sonrisa.

A pesar de sus reservas  guiado por su lealtad hacia el reino, aceptó la misión. Preparó su espada con determinación, consciente de que la verdadera batalla no solo sería contra la bestia en el bosque, sino también contra las sombras que acechaban en los pasillos del poder. Con paso firme, se dirigió hacia el desafío, manteniendo la guardia alta tanto para enfrentar al centaleón como para desentrañar las maquinaciones de Sir Reynaldo.

*****

Era una noche nublada, Link se encontraba en un bosque oscuro y frondoso junto a sus compañeros, Link avanzaba con cautela, su espada desenvainada brillando débilmente a la luz de la luna. De repente, un rugido retumbante resonó entre los árboles, anunciando la llegada de un centaleón.
La bestia, con cicatrices rojizas marcando su imponente figura, emergió de las sombras con ojos salvajes y garras afiladas.

Este con su enorme espada no dudó ni un minuto y atacó a los soldados, muchos estaban heridos. El estaba de pie y cuando sus ojos se toparon, la furia salía de ellos.
La batalla comenzó con un feroz intercambio de golpes. El centaleón lanzaba embestidas brutales mientras que Link esquivaba ágilmente, buscando oportunidades para contraatacar. La espada del escolta  brillaba con destreza, pero la bestia era formidable, con su piel escamosa resistiendo los cortes.

En un momento crítico, el centaleón logró acorralar Link golpeándolo con fuerza. Sin embargo con valentía se levantó, canalizando su determinación en un último esfuerzo. Con un giro ágil, Link esquivó un ataque y con una fuerza renovada, hundió su espada en el pecho del centaleón. La bestia rugió de dolor, pero Link mantuvo su firmeza, asegurando la victoria con la espada clavada en el corazón de la criatura, poniendo fin a la amenaza que acechaba el reino.

*****
Zelda preocupada por la ausencia de noticias sobre su Link, se encamina hacia la habitación del valiente guardia. Al abrir la puerta, se encuentra con un desgarrador panorama: su leal protector yace malherido, con el torso expuesto, vendajes que cuentan la historia de batallas pasadas y cicatrices que narran sacrificios por su seguridad.

Las lágrimas brotan en los ojos de Zelda al ver la fragilidad de quien la ha defendido incansablemente. Con manos temblorosas, acaricia la cara de Link, buscando desesperadamente alguna señal de respuesta. Su voz tiembla al llamar su nombre, pero el silencio persiste, creando un ambiente tenso de incertidumbre.

En ese momento, el peso de la preocupación y el miedo se reflejan en las lágrimas de la Zelda quien se aferra a la esperanza de que su valiente protector recobre la conciencia.

En ese instante, Impa, la consejera de Zelda entra en la habitación con vendajes en sus manos. Al observar a la princesa llorando junto al maltrecho escolta, su expresión se transforma en sorpresa y preocupación. Con rapidez, se acerca a la princesa, tratando de consolarla.

-Princesa, tranquila (dice Impa con voz serena) Tu escolta está bien. Permíteme contarte lo que ocurrió con el centaleón.

Relata los eventos con detalle, explicando cómo el valiente guardia se enfrentó a la bestia para proteger al reino.

(Temblorosa)-¿Estará bien?

Ante la pregunta temerosa de la princesa sobre si su escolta despertará, Impa asiente con seguridad.

-Sí, la batalla fue ardua, pero su espíritu es fuerte. Solo necesitará tiempo para recuperarse. Los sanadores están haciendo todo lo posible.

Zelda aunque aún preocupada, encuentra un destello de esperanza en las palabras de Impa, agradeciendo el consuelo en medio de la incertidumbre.

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