Capítulo 22

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VANTE

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VANTE

Tomo asiento en la silla de la presidenta Mancini, es bastante cómoda y la vista del ventanal a mi izquierda es impresionante. Hela debe verse muy hermosa sentada aquí. Cierro los ojos y recuesto mi cabeza en la silla esperando que ella venga a mí.

Y esto no tarda mucho, pues el ruido de sus tacones penetra en mis oídos, y me hacen seguirle el ritmo que lleva al caminar. Este mismo se detiene y luego escucho el sonido de la puerta abriéndose y cerrando con fuerza.

Abro los ojos y la veo del otro lado del escritorio, cruzada de brazos y mirándome como si quisiera acabar con mi existencia. Al menos eso no cambia.

—¿Qué quieres?

—Tu sabes qué es exactamente lo que quiero.

—No estoy de humor para tus juegos.

—La única que está jugando aquí eres tú y de una manera estúpida, se te olvida que tenemos un trato y que lo has roto varias veces. Estás caminando sobre hielo fino y, aun así, insistes en usar tacones de aguja.

Ella se queda en silencio.

Me relajo de nuevo en el asiento observado como a ella parece molestarle que yo esté sentado en su lugar. Sin embargo, no dice nada y solo se limita a caminar hacia mí, con delicadeza toma asiento sobre el escritorio y cruzando las piernas. Solo lleva puesto una chaqueta estilo gabardina color perla que es decorada con un cinturón brillante y algunos botones es tan corto que sus muslos se ven con facilidad. Me encantaría saber que lleva puesto debajo de eso, el color de su ropa interior.

—Y bien, ¿cuándo me darás las rutas? No tengo mucho tiempo.

—Ahora mismo, si lo deseas —Me aproximo a su cuerpo y coloco una de mis manos en su pierna—. Estoy dispuesto a darte todo lo que quieras, todo lo que tengo es tuyo.

Ella mira mi mano y sonríe.

—Qué bien que lo mencionas, porque me enteré que tienes una empresa de seguridad que es legal y ahí es donde escondes a todos tus mercenarios. Quiero que me des la mitad de las acciones de esa empresa.

Arrugo el entre cejo ante tal solicitud. ¿Cómo mierda sabe ella eso?

—Eso no creo que se pueda.

Hela golpea mi mano haciendo que esta se aparte de su cuerpo.

—¿Por qué?, acabas de decir que estás dispuesto a darme todo lo que yo quiera.

—Se supone que ni siquiera deberías saber de eso, ¿quién te lo dijo?

Ella sonríe complacida y se acomoda sobre el escritorio, llevando sus dos maso hacia atrás y quedando un poco inclinada hacia atrás.

—Tengo mis propias fuentes.

—¿Para qué quieres ser parte de mi empresa?

—Porque quiero seguridad —lo dice con simpleza y yo me pongo de pie, posicionando mi cuerpo sobre el suyo.

El Verdadero Rostro Del Mal [#2] PAUSADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora