Aidan entró en el Salón del Trono vestido con un traje negro de corte sandoliano. La revelación de Wayra del día anterior sobre el paradero de Krih le había dejado bastante afectado. Aidan era solo un niño cuando su hermano Dimon murió, pero lo recordaba con admiración. Un chico alto y fuerte, de ojos y cabello rojos como la sangre, que montaba a lomos de un enorme dragón dorado. La gente de Pyros le recordaba con cariño. Todo el mundo decía lo mismo: una buena persona, un excelente guerrero y un astuto líder.
A diferencia de su hermano, Aidan no se había convertido en un jinete de dragón. Nunca había sentido la devoción frente a los monstruos de alas membranosas que sí le profesaban sus padres y hermano. Él estaba más que satisfecho siendo el Primordial del Fuego, sintiendo la energía y el poder del Dios Brass recorrer sus venas. No necesitaba volar. No quería sujetarse a las duras escamas de un dragón; quería que su cuerpo se metamorfoseara en llamas, sentir la magia de su tierra fundirse con su esencia. Aidan no contemplaba una prioridad encontrar al dragón de su hermano, pero era consciente de que sus padres no desecharían un oportunidad como esa jamás. Su destino estaba escrito desde que Wayra abrió su condenada boca.
—Si algo me tiene confuso —comentaba el Rey Vend sobre su asiento—, es el motivo por el cual la Diosa Serina habría ocultado el paradero de un dragón en un mapa. Al fin y al cabo, estos seres no son para nada afines al agua. Sin embargo, no sería la primera vez que las divinidades colaboran por un fin común. Velentis apoya la petición de Pyros.
Se refería a la exigencia —de petición no tenía nada— de la monarquía pyrita de mandar a los primordiales en la búsqueda del dragón Krih.
—Con el ataque a Lumiel tan reciente y Kai acechando, no sé si es buena idea mandar a nuestros mejores guerreros en busca de un dragón. —La Reina Flora se pasó una mano llena de anillos con gemas rosas por el mentón—. Aunque también es cierto que el Monarca de la Noche lo arriesgó todo para dar con el grimorio... Quizá Krih sea una pieza clave en un rompecabezas que no alcanzamos a comprender.
—Madre, ¿y si nos dividimos? —preguntó Chloé—. Podríamos quedarnos cinco en La Alianza, mientras los otros cuatro viajan en busca del dragón. Kai es solo un muchacho, le superamos en fuerza y en número.
Su hija evitó mirarla de frente. Sintió una punzada de culpabilidad por mentir a su progenitora. Se recordó por qué lo hacía. Al terminar de hablar echó un ligero vistazo a su novio. Parecía complacido con la iniciativa de Chloé. El plan iba cobrando forma a paso lento pero seguro.
—Es una buena idea —aceptó Kedro, moviendo la pierna con nerviosismo—. Es evidente que Aidan tiene que ir, mi hijo es el único de toda la Guardia capaz de acercarse al dragón sin ser devorado; le conoce.
Aidan asintió con indiferencia. Lo cierto era que Krih estuvo a punto de aplastarle con una de sus garras cuando tenía cinco años. Aidan se llevó un susto de muerte y tuvo miedo de salir del Palacio de la Llamarada durante varias semanas. No, no le gustaban los dragones e ir un busca de la misma mágica y grandiosa criatura que fue incapaz de proteger a Dimon de las fuerzas de Rey Darco, le resultaba una idea cuanto menos ridícula. ¿Qué iba a cambiar el gran dragón dorado en esa batalla? Si no pudo matar a las sombras antes, tampoco podría hacerlo ahora. Sin embargo, no se opuso.
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Los Primordiales: Gotas de esperanza (EN CURSO)
FantasiEl mundo de Eletern está dividido en cuatro reinos: Sandolian de la Diosa Tara, Velentis del Dios Valeón, Pyros del Dios Brass y Meridia de la Diosa Serina. Diecisiete años atrás, el Dios Ombra masacró Meridia, el reino del mar, que pasó a denomina...