𝄞 1. ¿Eres un indigente?

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AVYANNA

Creo que desde muy pequeña sabía que no estaba destinada a quedarme en Seattle. Siempre me gustaba pensar en grande y hacer las cosas a mi manera, por eso cuando les dije a mis padres que me mudaría a Nueva York para estudiar literatura y vivir de mis historias, se asustaron un poco.

No era buena entablando amistades o creando lazos con las personas y está bien, era culpa mía, tenía un buen plan ejecutado para cumplir mi objetivo y graduarme con el primer puesto en la carrera; lo cual impidió que salga de fiestas, socializar y coquetear con chicos.

Consumía libros como los depresivos consumen su droga, solo que mis chicos se veían más bonitos a lado de hombres con ojos rojos.

—La última caja, señorita.

Firmé la hoja y luego le di un vistazo a mi nuevo hogar, era lindo, pero muy beige por tanto cartón.

—Gracias, buena tarde.

Cerré la puerta y corrí a lanzarme en mi sofá gordito.

—Bienvenida vida independiente. —Me di una palmadita en el hombro por lo orgullosa que estaba de mí misma.

La mayor parte de todo esto lo había conseguido yo sola, mis padres solo pusieron un poco de dinero en los muebles porque no quise que me dieran nada.

De todos modos, los muebles me iban a costar el valor de todos los órganos de cinco personas.

Me levanté de golpe y fui corriendo a mi habitación.

Tenía una cama enorme, mucho más bonita que la que tuve en casa de mis padres.

El único problema era armarla. No servía para freír un huevo, mucho menos iba a servir para armar una cama.

Pero había instrucciones, tenía que ser fácil.

Yo era pequeña, y cuando traté de levantar un pedazo de lo que suponía que era mi cama, me golpeé el dedo chiquito del pie.

¡El dedo chiquito!

—Sana, sana, colita de rana.

Me quité la pantufla y luego me saqué la media. Efectivamente, mi dedo estaba rojo.

Casi me levanto a buscar hielo, pero recordé que no había enchufado el refrigerador y tampoco tenía nada para poder hacer hielo.

Respiré varios minutos y luego llamé a mi hermano mayor. Él solucionaba estas cosas, me debía indicar que tenía que hacer o al menos como agarrar fuerza para levantar mi cama.

—Hola —saludé antes de escuchar un ruido extraño al otro lado.

—¿Quién habla?

—Soy tu hermana.

—Ah, no puedo responder ahora.

Una voz femenina emitió un gemido y me dio asco pensar que cosa estaba haciendo mi hermano.

—Lennox, es importante, casi me he muerto.

La voz femenina le gritó algo a mi hermano que no entendí, pero de pronto parecía molesta.

—¿Estás bien? ¿Trataste de mirar por la ventana y por poco te caes cuatro pisos abajo?

—No, es peor que eso. —Me seguí masajeando el dedo.

—Si quieres vete, estoy hablando con mi hermana... —había alejado el celular. —Obvio que es más importante que tú.

Voltee los ojos y esperé a que termine su charla con quien sea que esté con él.

Operación Cupido (Pausada hasta Diciembre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora