AVYANNA
Regresamos al edificio y me invitó a pasar a su casa. Todo era desconcertante, a mí también me había empezado a llegar muchas notificaciones en Instagram de solicitudes de seguimiento de gente que no conocida y páginas de fans con el nombre de un grupo que no sabía de su existencia.
Asiel estaba al otro lado del sillón, en silencio. No sabía qué decirle. Me limité a hacerle mimos a Mochi, quien estaba mirando a su dueño con mucha atención, creo que le transmitía sentimiento, una conexión solo de ellos.
Mi celular volvió a sonar y Asiel volteó su cabeza a mi pantalla que se iluminó.
Tenía la expresión que estaba punto de llorar.
—¿Estás bien?
Le había hecho esa pregunta desde qué llegamos, pero se limitaba a asentir con la cabeza.
—No.
Bueno, al menos dijo la verdad.
—¿Qué es lo qué pasa?
—Es difícil de explicar —volteó su cabeza a la ventana y parecía que ahora sí estaba llorando.
Mochi se escapó de mis brazos y caminó a sus brazos, se hizo un hueco entre ellos y se le subió encima del pecho. Empezó a lamerlo y Asiel lo abrazó tanto que por un segundo pensé que el gato iba a explotar y sus ojos saldrían volando a algún lado de la habitación.
Creo que era culpable de lo que le pasaba. Borró el video que había publicado y se había puesto nervioso en la calle, porque llegamos corriendo, si eso se le puede llamar a una caminata demasiado apresurada.
—Lo siento —solté. Era lo correcto, no debí hacer algo o grabarlo sin un permiso, estaba en todo su derecho de odiarme.
—No es tu culpa.
—La verdad no sé qué hice, fue un video. No entiendo el contexto.
Se limpió la cara con la manga de la sudadera antes de regresar sus ojos hacia mí.
—No sé por dónde empezar... —Se tomó un respiro y le dio un beso a su gato, quien se tumbó en sus piernas—. Me pongo sensible con el tema, es algo complicado...
—Lo siento —repetí.
Me sonrió y acercó su mano a la mía. Estaba helado que me sobresalté, pero no le dije nada, ni siquiera moví mi mano, al contrario, puse mi mano sobre la suya para calentarla un poco, lo cual le sacó otra sonrisa.
—Todo empezó en la preparatoria, sería más fácil si me recordaras o al menos supieras quién soy. —Aún pensaba en lo que me dijo sobre que él ya me conocía de hace mucho antes, pero en mi memoria nunca estaba presente. Y yo había sido una despistada—. Jugaba el fútbol americano por las mañanas y tardes en el entrenamiento, luego en mis horas libres, incluso en la noche, me iba a tocar música con una banda.
—¿Tienes una banda?
—Tenía, porque fue lo peor que pude hacer. Desde pequeño me había gustado mucho tocar la guitarra y mis padres me compraron una porque siempre que iba a casa de mi abuelo le robaba la guitarra y me iba al patio a tocarla, o lo intentaba. Aunque le puse mucho esfuerzo y hacía creer a todos que vivía por el deporte, no era lo que me hacía completamente feliz. Es por eso que cuando mis padres me preguntaron si iba a continuar con el fútbol o escogería una carrera les expliqué que mi camino era la música.
»Quisieron que cambie de opinión, pero con mi banda habíamos decidido que apenas acababa la preparatoria y me graduaba, iría a dedicarme a eso las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Iba a ser mi trabajo a tiempo completo. No pasó ni un mes cuando ya había grabado una canción, la subimos a internet y le hicimos mucha publicidad.
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Operación Cupido (Pausada hasta Diciembre)
RomanceAsiel es guitarrista y Avyanna es escritora. Él ya la conoce, pero ella no sabe de su existencia hasta que el ruido de una guitarra eléctrica rompe su amado silencio de su mudanza. A pesar de que la primera impresión que se lleva de él es un chico c...