ASIEL
Habían pasado cuatro años desde que la vi por primera vez.
La chica más preciosa que mis ojos pueden haber visto.
Pensé que se había ido a Reino Unido o a algún país de Europa, que no se quedaría aquí. En realidad no la conocía a la perfección como para saber qué era lo que buscaba en la vida. Ella era ese tipo de misterio que a todos les costaba descifrar. Siempre estaba sola con una botella de agua, un vaso de café o de chocolate; ah y un libro en la mano.
Se paseaba como un fantasma por todos los pasillos. Todos la veían y siempre le abrían el camino para que no tope con ninguno. A veces me daban ganas de interponerme en su camino y que levante su vista y me vea. Sin embargo, jamás pasó, mis amigos me hacían a un lado cuando ella estaba cerca.
Creo que nunca se dio cuenta de que imponía presencia en toda la escuela. Su abundante melena rubia brillaba siempre como el sol de cada mañana y en los días tristes era mucho más llamativa. Tenía unos ojos color del mar en pleno verano, eran hermosos, pero nunca tuve suerte de verlos tan cerca.
Recuerdo que cuando yo estaba en último año varios chicos empezaron a ponerle el ojo encima; uno intentó hablar con ella, pero recibió una mirada de desinterés de su parte. Era como esa presa que nadie podía cazar. Todos lo intentaron y a la vez fracasaron.
Antes de que su hermano termine la escuela siempre les lanzaba miradas de advertencia a todos los chicos. Era el capitán del equipo de fútbol americano de la escuela, y lo respetaban bastante. Me llevaba bien con su hermano, y ella siempre iba a vernos jugar hasta que él me cedió la capitanía porque terminó sus estudios. Luego de eso no la vi nunca más en ningún partido.
—¿Cuándo llegó? —tomo asiento en la recepción.
Bastian alza su mirada y me sonríe.
—Ayer, y es muy encantadora.
—Tal y como la describiste —añade Kenzo.
Bastian y Kenzo sabían toda mi vida. Fue fácil entablar una conversación con ellos, eran bastante amistosos con todos y siempre tenían una sonrisa en la cara. O bueno cuando Kenzo dibujaba y estaba muy concentrado parecía ser muy serio, pero era un buen tipo.
—Pues ahora aprovecha y dile algo —Bastian me ofrece un dulce del frasco que tienen en su escritorio.
—Casi me rompe la cabeza con un adorno de metal que ganó en la escuela.
—Se quejó de tu guitarra. Pensó que invocabas a la anciana.
Nora, una señora mayor que era muy cercana a los chicos, falleció hace meses y yo ocupé su departamento en su lugar. Aún me da un poco de miedo encontrarla rondando por ahí.
—Sí, pero me habló. ¡Me habló chicos, me habló! ¡Me miró a los ojos!
Kenzo me mira fijamente.
—Wow, qué emocionante, te miró a los ojos.
—Si sabes que tienen el mismo color de ojos, ¿verdad? —comenta Bastian.
—Sí, nuestros hijos saldrían hermosos.
Kenzo se atora con un pedazo de Croissant y mira detrás de mí.
Volteo siguiendo su mirada y es Avyanna bajando con una bolsita de tela en el brazo y vestida con un fresco vestido primaveral lleno de flores.
—Sí, iré por café y hacer otras compras y luego regreso —sus ojos se quedan repasándonos a los tres. —Lennox, espera un momento —hace a un lado el teléfono. —Buenos días, las llaves las dejo en recepción.
ESTÁS LEYENDO
Operación Cupido (Pausada hasta Diciembre)
RomanceAsiel es guitarrista y Avyanna es escritora. Él ya la conoce, pero ella no sabe de su existencia hasta que el ruido de una guitarra eléctrica rompe su amado silencio de su mudanza. A pesar de que la primera impresión que se lleva de él es un chico c...