sergio;

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—Síp. Me arrepiento, —murmuro con el costado de mi boca—. Todos me están mirando.

Mamá mantiene su brazo unido al mío y lo aprieta suavemente. —Es porque te pareces mucho a él.

—¿Por qué estoy siquiera en el velorio? Sólo dijiste que tenía que ir al funeral.

—El velorio es después del funeral. Todavía cuenta. Además, encontraste todas las excusas para llegar tarde al servicio, así que de todos modos nos perdimos la mayor parte.

—Mi tanque de gasolina estaba vacío. ¿Qué querías que hiciera? Quiero decir, claro, no tenía que lavar mi parabrisas y verificar la presión de mis neumáticos, pero lo hice para alargar el tiempo y poder colarme, tomar asiento en la parte de atrás y luego irme.
—¿Ellos sabían que iba a estar aquí? ¿Todos aquí saben quién soy? Mi cuello está caliente debajo de la camisa y quiero desabrocharme el botón superior para que no esté tan apretado en mi garganta, pero no quiero demostrar que pueden atacarme de esa manera.

—Sergio dijo que la familia lo sabe. Su esposa. Tus hermanos.

—¿Uno de los dichosos hermanos es el tipo que está al otro lado de la habitación mirándome con tanta intensidad como si estuviera tratando de hacer que mi cabeza explote de puro odio?

Tengo… hermanos. Tres hermanos, para ser exactos. Todos y cada uno de ellos obtuvieron la vida a la que nuestro padre sentía que yo no tenía derecho. No, espera, podría haberla tenido si hubiera querido. Una vez fui adulto y podía guardar un secreto.

La cabeza de mamá gira y la empujo hacia atrás.

—No seas tan obvia. ¿Qué se supone que debo hacer aquí?

—Se supone que debes ir a encontrarte con tus hermanos. Es lo que tu...

—No lo llames mi padre —digo con los dientes apretados—. La única razón por la que estoy aquí es por ti. No él.

—Entonces, ¿podrías ir a hablar con tus hermanos? ¿Por mí? —incluso pestañea.

—Te odio. —Me abro paso hacia la barra libre. Porque si voy a enfrentarlos, necesito estar jodido para hacerlo.

Ni siquiera llego al bar cuando el Señor Scowly y otro chico se me acercan. Sólo puedo asumir que son mis hermanos. Ambos se parecen un poco a mí. En un aspecto más flaco y pálido, sin salir mucho al aire libre.

—Tú eres él, entonces. —El acento me desconcierta por un segundo porque por un momento olvidé que, si bien mi madre y yo nunca salimos del estado de Washington (México no cuenta mucho), la fortuna de los Verstappen comenzó en el Reino Unido pero se hizo aún más grande en Estados Unidos. Mis hermanos crecieron en todo el mundo y yo... bueno, Seattle ha sido mi hogar desde siempre.

—¿El quien?

El Hermano Uno y el Hermano Dos se miran y luego me miran a mí.

El que parece más joven dice: —Mira, sabemos que nuestro papá nos pidió que fuéramos amables contigo, pero ¿qué estás haciendo aquí? No perteneces aquí.

Me burlo.

—Amén.—Puse el acento falso elegante que pude lograr—. Encantado de conocerlos a ambos. Siempre quise hermanos y ahora sé por qué mi mamá nunca me dio ninguno. Mi deber se ha cumplido y ahora puedo irme.

Giro sobre mis talones y prácticamente choco contra alguien más. Es más alto que yo, tiene la misma piel pálida que los demás, pero sus rasgos son menos... es... más bonito. Me disculpo con el extraño que obviamente no es mi tercer hermano.

Me tiende la mano para que se la estreche. —Max Verstappen.

Mierda. El chico bonito es mi otro hermano. Es mucho más agradable que H1 y H2, pero hay algo en sus ojos que no puedo identificar. Algo en lo que no confío.

Bastardo [Chestappen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora