max;

268 62 30
                                    

Me quedo mirando a Checo posiblemente demasiado tiempo, intentando procesar las palabras que acaban de salir de su boca.

—Tú... tú quieres...

—Es el plan perfecto. Así, cuando la gente descubra la verdad y pierdas tus acciones, recurrirán a mí. Pero ¿qué es eso? ¿Estamos casados? ¿Y yo quiero que mi marido dirija la empresa, y él ya es el actual director general? ¡Qué conveniente!

—Sé que intentas hacerte el gracioso y crees que la solución es así de sencilla, pero...

La mano de Checo baja sobre mi boca y la expresión relajada desaparece de su rostro.

—No hagas eso. No conviertas esto en una especie de negociación contractual. A fin de cuentas, tiene el poder de resolver nuestros problemas, seguro, pero eso es adelantarse a los acontecimientos. Actúo como si fuera sencillo porque lo es. —Checo se pone de rodillas frente a mí—. Cada vez que has pensado en casarte y atar tu vida a alguien, ha sido por necesidad. O por obligación. No quiero eso para nosotros. Sólo te quiero a ti y la oportunidad de hacerte feliz. Cásate conmigo, Maxie. No porque tengas que hacerlo, sino porque soy el único que quieres.

Aparto su mano de mi boca.

—Puede que sea lo más romántico que he oído nunca.

—No está mal para un sucio albañil, ¿eh?

Quiero sonreír, pero no puedo.

—No sabes las ganas que tengo de decirte que sí, pero es imposible.

—No, no lo es. Podemos hacer que funcione.

—Sé que lo crees, y sé que piensas que me estoy adelantando, pero nadie lo aceptará. O no nos creerán, o lo harán y seguirán horrorizados, o pensarán que el escándalo es demasiado como para querer hacer negocios con nuestra empresa...

—Que se joda esa gente...

—Ojalá fuera tan fácil. —Empujo la silla hacia atrás para poner distancia entre nosotros—. ¿Cómo voy a decirte que sí si eso significa hundir la empresa? Y no sólo por mí y por nuestros hermanos, sino también por todos los que trabajan aquí.

—No haces más que suponer.

—He visto una y otra vez cómo un escándalo hace correr a la gente, y esto no es un delito de guante blanco como el lavado de dinero. Estamos hablando de algo que la gente encuentra tan repulsivo que...

—¿Que qué?

—Mamá lo sabe.

Checo se queda con la boca abierta.

—¿Qué?

—Ella no se lo tomó bien. Y si mi propia madre, la única persona que se supone que quiere lo mejor para mí, no puede aceptarlo, ¿qué esperanza tenemos de que todos los demás lo hagan?

—Nadie más me odia automáticamente por ser yo. Quita lo del hermanastro; tu madre seguiría sin estar contenta porque me odia desde antes de que naciera, y no creo que sea capaz de olvidarlo nunca. —Se agarra a los brazos de la silla y vuelve a acercarme—. Pero ella no me importa. Me importa un carajo cualquier otra persona. Hablo de ti y de mí. La única decisión que tienes que tomar ahora es si yo valgo la pena, porque yo ya he decidido que sí. El resto ya lo resolveremos. Puede tardar un día, un año, diez. No lo sé. No necesitamos la respuesta a todo eso. Lo único que te pregunto es si quieres casarte conmigo.

Su rostro está tan cerca, sus labios, sus ojos, su olor rodeándome. Basta con que extienda la mano y le toque para que desaparezca. Así de intensa es nuestra conexión. Amo a Checo más de lo que jamás creí que fuera posible, y si todo se reduce a la única pregunta de si él merece la pena, la respuesta siempre será sí.

Bastardo [Chestappen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora