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Beso a lo largo del hombro de Max, presionando mi frente contra su espalda mientras él duerme.

—¿Me despiertas para una ronda... que matemáticamente ni siquiera puedo hacer?

Me rio entre dientes contra su piel.

—Me preocupa que un director general no sepa hacer cuentas básicas.

Max empuja contra mí, mi polla dura se alinea con su culo.

—No es culpa mía. Me has dejado sin cerebro. —Se estira por detrás y envuelve mi polla con la mano, guiándola hasta su agujero usado y aún resbaladizo.

—Parece que aún no has terminado de quedarte sin cerebro. —Presiono dentro de él lentamente.

Mi marido.

En nuestro lecho conyugal.

Tenía toda la razón. El sexo de la noche de bodas es el mejor. Aunque, supongo que técnicamente, ahora es la mañana siguiente. Ha sido una noche de sexo, hidratarse, dormir y repetir.

Max levanta el brazo de arriba para agarrarme la nuca.

—Te juro que mi agujero quedará destrozado después de estar casado contigo doce horas.

—Ése es el plan. —Doy un fuerte empujón y Max gruñe.

—No me quejo. Me encanta sentirte dentro de mí. Que seas mi dueño... —Gira la cabeza para poder verme—. Amándome.

—Bien. Porque pienso hacerlo durante el resto de nuestras vidas.

Max cierra los ojos.

—Sigue diciendo cosas así.

—Para siempre, —murmuro—. Pase lo que pase.

Traga saliva con fuerza.

—Sigue adelante.

—Con empresa o sin ella. Con dinero o sin él. Te quiero por ti. Por la persona que eres. No por lo que haces ni por cómo te criaron.

Max se estremece en mis brazos, temblando de la forma más gloriosa.

—Tienes un gran corazón, y me siento más que honrado de que hayas decidido dármelo. Me elegiste por encima de todo, y yo siempre te elegiré a ti.

—Joder, Checo. ¿Cómo te he merecido? Te robé la vida. Yo...

No dejo de follarle, pero le tapo la boca con la mano.

—Es una vida que nunca habría querido. Tú sí la quieres. Y yo quiero dártela.

Extiende la mano izquierda hacia delante, donde está la alianza de platino.

—Quizá enamorarme de ti sea mi justicia kármica. Construí la vida que robé y, con un simple acto, esa vida podría desmoronarse.

Salgo de él y lo tumbo boca arriba para poder subirme encima. Nuestras pollas duras se aprietan la una contra la otra, pero necesitamos este tiempo muerto durante un segundo.

—¿Ya somos ese matrimonio? Vaya. No creía que fuera a ser tan pronto cuando estamos tan distraídos con nuestras vidas exteriores que eso afecta al sexo.

—No recuerdo haberte pedido que pararas.

—No, sólo te preguntabas en voz alta si nuestro matrimonio destruirá tu vida.

Max sacude la cabeza.

—Lo único que podría destruir mi vida es perderte, y si tengo que sacrificar MediaCorp para conservarte, lo haré.

—No dejaré que eso ocurra. —Le beso la punta de la nariz y luego me levanto sobre las rodillas, tirando de sus piernas por encima de mis caderas.

—Ahora, déjame sacarte un orgasmo más antes de que tengamos que levantarnos y ponernos a trabajar con nuestros socios.

Bastardo [Chestappen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora