Capítulo 13

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POV DAVID

Ni siquiera, me permitió explicarle, si tan solo me hubiese escuchado, no tuviera este dolor tan profundo en el pecho que me está robando el aliento, sí, es cierto, omití el objetivo principal de mi presencia en su vida, pero sabía que si le comentaba algo, reaccionaría, exactamente, como acaba de hacerlo, aún así, con la consciencia limpia, me siento como el hombre más ruin que existe, la obligué a permitirme entrar en su mansión, invadí su espacio personal, me gané su confianza y me ofreció, amablemente, un lugar en su corazón, con el que acabo de jugar de la peor manera, y en el proceso, te enamoraste de ella, acaba de ser sincero contigo mismo y admítelo, así es, me enamoré de mi paciente y no puedo evitar continuar sintiendo estos sentimientos tan puros y sinceros, mucho menos ahora, después de haberla tocado, de haberla acariciado, de haberla besado, y de haberla amado, y de haberla amado de esa manera tan especial, podría decir que acabo de entregarme a ella, en cuerpo y alma, jamás me había sentido de esta manera, es una pena que no haya tenido el valor de confesarle lo que siento, tal vez, si…, ¡basta de conjeturas!, acaba de arrancar esa camioneta y sigue con tu vida como hasta el momento, nada puedes hacer para retroceder el tiempo, de la impotencia, di un puñetazo en el volante y pequé mi frente allí, me chocaba el saber que no podía regresar, no me recibiría, debía resignarme a la triste idea de haberla perdido para siempre, sentí que de mis ojos, caían lágrimas de pura tristeza, las limpié, me miré en el espejo retrovisor y la imagen que vi, no me gustó, respiré profundo, inhibiendo mis inmensos deseos de continuar allí haciéndole guardia hasta que se le bajaran los niveles de molestia y me abriera nuevamente la puerta de la mansión, solo que eso, no ocurriría, por eso, decidí hacerle caso a mi subconsciente, le dije adiós a la mansión Mills y me conduje de regreso a mi humilde apartamento donde me recibió, con los brazos abiertos, mi entrañable amiga soledad, a partir de esa noche, debía darle importancia a lo que de verdad, valía la pena, mi graduación.

Pasé días, sumido en una montaña de libros, debía terminar la exposición, la cual tan atrasada tenía, durante esas infinitas noches, no comía y casi ni dormía, mi único objetivo, era prepararme para el gran evento, si le daba riendas sueltas a mis pensamientos, me consumía la nostalgia, extrañaba la presencia de Regina en mi vida, ya me había acostumbrado a tenerla a mi lado, mañana, tarde y noche, en tan poco tiempo, me había vuelto tan dependiente de su respiración, de sus besos, de su sonrisa, de sus ocurrencias, de las largas horas sentado a su lado, disfrutando de sus conciertos de piano, de los horarios de comida, cuando, entre los dos, nos ayudábamos a preparar un exquisito manjar y de terminar la velada con una conversación en el sofá de la mansión, moría por volverla a sentir tan cerquita, como esa última noche, el corazón me daba saltos de alegría al cerrar los ojos e imaginarla en mis brazos, con su tersa piel junto a la mía y sus manos envueltas en mi cuello besándome tan lentamente, pero, de solo pensar, que ya nada de eso podría ser posible, prefería continuar con mi rutina de estudios, debía, de una vez, cumplir mi sueño de ser psiquiatra, y uno muy bueno, las horas de sacrificio, no podían ser en vano.

Por fin, cuando el día de la exposición llegó, me desperté al escuchar el sonido de la alarma y me di cuenta de que la noche anterior, me había quedado dormido con el cuaderno de apuntes en las manos, el cansancio me jugó en contra y en un momento que ni predije, cayó en mi frente en, ahí amaneció, y aún, después de haber dormido tantas horas seguidas, me sentía extenuado, pero, eso no me detendría, volé hacia el baño, me miré en el espejo y…, ¡qué horror!, no pretenderás aparecerte frente a todos, en esa facha, ¿verdad?, pasé la mano por mi rostro y me asombré, era cierto que necesitaba un arreglo completo, me parecía a un ermitaño de las cavernas, me rasuré y acomodé mi corto cabello para, al menos, estar presentable, al sentirme satisfecho, me vestí con el traje negro y blanco, que hacía meses, esperaba ansioso en un rincón del closet, allí donde lo abandoné hasta la llegada del gran día, terminé mi arreglo combinando mi atuendo con un par de zapatos elegantísimos, me perfumé y salí de mi apartamento para encontrarme con un tráfico de los mil demonios.

AgorafobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora