Capítulo 3

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Me desperté la mañana del sábado algo agitada por culpa de una pesadilla.

-No -dije-. No ahora.

Las pesadillas de cualquier tipo, para mí, significaban un aviso de mi cerebro. Me avisaba que algo malo iba a pasar, en algún momento cercano.

-¡Sam! A desayunar -me gritó mamá desde la cocina.

Bajé las escaleras corriendo y me senté en el taburete justo al lado de mi hermana menor, Sara.

-Buenos días -saludé, todavía algo dormida.

-Buenos días, cariño -saludó mi papá depositando un suave beso en mi mejilla. Mi padre era un hombre que raramente se mostraba cariñoso, vestía con ropa de hombre normal los fines de semana, pero los días laborales lo veía siempre con su traje. Se notaba que hoy andaba cariñoso-. ¿Quieres el último trozo? Está realmente buena -dijo mientras me ofrecía el último trozo de la torta de chocolate que había preparado mamá.

-Sí, por favor -dije, tomando esa delicia-, muero de hambre.

-¿Otra pesadilla? -Preguntó Sara mirándome mientras limpiaba sus bigotes de leche.

-Ajá -afirmé con la boca llena de torta.

-Tranquila, nada va a pasar -dijo al tiempo que se bajaba de su taburete y me daba un abrazo.

Sara era como mi mejor amiga. Tenía 5 años menos que yo, pero se comportaba como toda una adolescente. Es más, recuerdo que en las vacaciones pasadas me dijo "Sam, tengo que dejar de juntarme contigo y volver a ser una niña normal". Sara era baja, de pelo oscuro y largo. Adoraba usar gorritos de lana y nunca salía sin uno. Era muy bonita, y yo la amaba.

-Gracias -le dije, devolviéndole el abrazo-. ¿Quieres hacerme un favor?

-Está bien -dijo, resignada-, voy a llenarte la bañera.

-¿Quién es la mejor hermanita del mundo?

-Sí, sí lo soy, lo sé.

-Sam, si necesitas ayuda con tus maletas, me avisas -dijo mi padre.

-Ay, alguien se está mostrando cariñoso porque la niña se va de casa -dijo mi madre, mirando a papá con ternura.

-Está bien, pa -dije riendo-. De todas formas, las chicas van a venir, con mucha ropa, -avisé-, para que hagamos las maletas juntas.

-Ah, de acuerdo. Pero si necesitas ayuda con algo, ya sabes que estoy aquí.

Sonreí con agradecimiento y le di un abrazo antes de partir hacia el baño.

Mi hermana me había preparado la tina, y había agregado un perfume que no pude distinguir, pero que era exquisito. Privilegios de los últimos días, me dije sonriendo.

Me bañé tardándome todo lo que quería y salí solamente porque mis dedos se habían transformado en pasas de uvas. Las chicas llegarían a las 4 de la tarde y ya eran las 12. Como los sábados solíamos comer algo tarde, subí a mi habitación, y luego de ordenarla, me puse a separar la ropa que podrían o no llevar al viaje.

Luego de que mi cuarto quedase hecho un desastre mayor al que tenía antes de ordenarlo, mamá me llamó a almorzar.

Nos sentamos a la mesa, y cuando mamá comenzó a servirnos pollo asado con papas, tocaron la puerta. Mi papá se levantó y fue a abrir.

-Sam, es para ti.

Me levanté extrañada, pensando en que capaz era alguna de las chicas que llegaba antes, pero sin saber por qué mi padre no la había invitado a pasar hasta el comedor.

Un Verano Para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora