El agua del mar se me hacía perfecta para mi relajación. Me encontraba tirada en la orilla. La arena húmeda parecía un cómodo colchón y las olas me mojaban sutilmente cuando arrasaban contra la costanera. Mis amigas se encontraban un poco más alejadas, sentadas bajo la sombrilla, tomando algunos refrescos. A la entrada de la playa se había ubicado una cabina de dj, de la cual la música nos servía de banda sonora. Un par de chicos me saltaron, por mis lentes oscuros debieron pensar que estaba dormida. Me estaba por levantar para ir a buscar helado con Anna cuando una ola rebelde se volvió algo más grande de lo que había esperado y me arrastró mar adentro.
Salí escupiendo agua salada, mientras mis bellas amigas se revolcaban sobre sus sillas riéndose de mi accidente.
-Sí, sí, muy gracioso -dije, frotando mis ojos para eliminar el resto de sal de ellos-. Lo mejor es que perdí tus lentes, Laura.
-¡Samantha! -Me gritó, dejando de reír. Las risas de Paula se intensificaron.
-¡No fue mi culpa! Si tengo que ser sincera, prefería salvar mi vida antes que tus lentes. Vamos -le dije, tendiendo mi mano para ayudarla a levantarse-, acompáñame a comprar helado y te doy otros.
A regañadientes se levantó y me acompañó hasta un pequeño puesto de helado. Compramos un kilo de helado de chocolate, dulce de leche, limón (porque en mi mundo el limón no puede faltar) y otras sabores. Luego nos acercamos a una tienda para que Laura eligiese sus lentes y el chico que atendía, -un morocho alto, bastante lindo-, coqueteó con ella. Observando la situación y las sonrisas que Laura soltaba, me alejé sigilosamente para dejarlos solos. Volví caminando mientras comía el helado que ya había abierto.
-¿Y Lau? -Preguntó Azul al verme llegar sola.
-Encontró novio. -Contesté y me recosté en la reposera-. ¿Chicas qué vamos a hacer esta noche?
-Escuché a unos chicos hablando sobre una especie de fiesta en la playa, esta noche, ¡vengamos! -Anunció Paula, mostrándose muy entusiasmada.
-Me gustaría -dije, y de inmediato miré hacia Azul y Anna.
Azul dudó un segundo, pero Anna aceptó sin pensárselo. Azul y Laura no solían salir mucho, les gustaba más disfrutar de una tranquila reunión con amigos, a ver películas o a comer algo. En cambio, Paula, Anna y yo disfrutábamos de todo tipo de fiestas, siempre que podíamos.
Por una vez, se ve que Azul se dio cuenta de que estábamos de vacaciones, sin padres, y que la situación tenía que ser aprovechada: entonces aceptó.
Media hora después, Laura llegó súper sonrojada, tanto por el sol como por el chico. Y sus mejillas se colorearon aun más cuando empezamos a hacerle preguntas.
-Me comentó de una fiesta esta noche que se va a hacer en la playa. Dijo que va a estar divertida y que deberíamos venir.
Al decir esto último, su color volvió y noté que no era lo único que había dicho. La miré con una ceja enarcada y ella sonrió.
-También me dijo que quiere volver a verme.
Yo sonreí mientras escuchaba a las chicas vitorearla y reír.
Pasamos un rato más en la playa, y cuando el sol comenzó a bajar, también lo hizo la temperatura, por lo que decidimos volver a casa.
-Entonces, ¿cómo se llamaba? -Le pregunté a mi amiga colorada una vez que acabamos de ducharnos.
-Mariano -sonrió-, ¿le viste los ojos, Sam? Tenía ojos soñados.
-Eran negros, Lau -dije, con una sonrisa fingida.
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Un Verano Para Recordar
Teen FictionSamantha tiene 16 años y junto con sus amigas emprenderá el camino rumbo a sus vacaciones soñadas. Sin padres, en la playa, con una hermosa casa y en la edad de la pura diversión, el verano se presenta con grandes expectativas para este grupo de cin...