Capítulo 5

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La mañana del lunes amanecí alterada y con mucha hambre. "¡Perfecto para un día de viaje!"

-¿Sam? -Preguntó Sara, luego de golpear la puerta e ingresar a mi habitación-. Solo pasaba a controlar que no te hubieses despertado con pesadillas. 

-Amanecimos con mala suerte, hermana mía -anuncié bostezando-, mi estómago ruge por comida. 

-De todas formas, que sepas que no va a pasar nada. Quédate tranquila y disfruta de tus vacaciones, las cuales yo deseo con todo mi ser tener.

Tomó asiento en mi cama y comencé a trenzar su cabello negro. 

-Algún día las tendrás, no te preocupes. Va a pasar tan rápido el tiempo que ni te vas a dar cuenta de cuando te estés yendo a tus primeras vacaciones sola, ya verás. 

Me dio un abrazo y me deseó felices vacaciones. Luego ambas bajamos las escaleras y nos sentamos en el desayunador de la cocina. 

-Oh, mierda -exclamé en cuanto vi mi teléfono-, 234 whatsapps de las chicas. 

-¿Y qué esperabas? Están nerviosas, es el día del viaje -dijo mi papá, bajando su computadora para mirarme a los ojos-. ¿Tienes todo listo? ¿Ordenado? ¿Necesitas algunas compras de último momento? ¿Algo?

-Las chicas no son las únicas nerviosas... -soltó mi mamá con una risita mientras seguía sirviéndonos el desayuno. 

Mi padre hizo caso omiso a aquel comentario y siguió haciéndome preguntas relacionadas con el viaje. Luego de desayunar me fui a bañar con tranquilidad, y al salir recibí una llamada de mi mejor amigo, Bruno, deseándome buena suerte en el viaje.

Me vestí con paciencia mientras mi padre, totalmente impaciente, me pedía que saqué las maletas para cargarlas en el auto. En unos pocos minutos estuvo todo listo, y con el sol brillando sobre nosotros, salimos rumbo a la terminal de viajes para encontrarnos con mis amigas y sus padres. 

Estábamos todas entre emocionadas y expectantes. Luego de que nuestros padres se encargaran de la parte "madura" del viaje, (es decir, cargar las valijas, mostrar los documentos y esas cosas),  llegó el momento de despedir a la familia. 

-Entonces, me llamas en cuanto lleguen -dijo mi mamá, ya con lágrimas en los ojos. 

Puse mis ojos en blanco. Estaba a punto de dar un espectáculo. 

-Sí, mamá. 

-Y prométeme que no traerás regalitos y esas cosas. 

-Sí, mamá. 

-Te voy a extrañar tanto -me abrazó y pude sentir como se largaba a llorar. 

De repente, otra persona más se sumó a nuestro abrazo: mi padre también lloraba, y yo ya no sabía en dónde meterme. 

Cuando por fin me los pude sacar de encima, me dirigí a despedirme de mi hermanita. 

-Que la pases lindo, Sam -dijo, dándome un abrazo-. Te voy a extrañar. 

-También te voy a extrañar Saru. 

-Yo sí quiero un regalito -susurró en mi oído y reímos. 

Al finalizar las emocionantes despedidas, subimos al colectivo con sonrisas de oreja a oreja que reflejaban felicidad pura. Era la libertad que nos estaban dando lo que generaba tanta gratitud, lo que nos hacía estar tan emocionadas. Nos sentamos en parejas, dejando que Paula se sentase sola, ya que éramos un grupo de 5, y comenzamos a imaginar millones de cosas para hacer en nuestra llegada. 

El viaje fue largo, pero para nada aburrido. Luego de un tiempo comenzamos a levantarnos de nuestros asientos y cambiarnos con un grupo de chicos muy buena onda que viajaban también a la costa. Nos hicimos "amigos de viaje", y hasta fuimos todos juntos a rogarle al conductor que pasara un cd que Anna había traído. 

Un Verano Para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora