Cloé Monet
Tom canceló nuestra salida está noche, ya que un idiota allanó su habitación y revisó sus pertenencias, no me dio más detalles del incidente o de quien lo hizo, pero en la carta que me envió se le notaba muy molesto.
Yo me encontraba caliente sabiendo que saldría a escondidas con él.
Joder, llevaba puesta la ropa interior negra que tanto le fascinaba... No se que haría si tuviera de frente al imbécil que me echó a perder una indecente y desenfrenada noche de sexo con Riddle.
Aún era temprano y no tenía pensado ir a la cama, así que para pasar el tiempo me decanté por leer un libro sobre la historia de Hogwarts.
Tomé asiento en el sofá de la sala común y leí sobre la historia de Rowena Ravenclaw. Sentí que me estaba haciendo efecto haber escogido un libro tan aburrido como ese.
Mis ojos caían pesadamente y mi cabeza buscaba acomodarse en una superficie acolchada.
Mattheo Riddle, curioso del extraño comportamiento de su hermano mayor, decide explorar su habitación con la intención de descubrir el motivo del misterioso cambio repentino en su personalidad.
Se queda más allá de la hora de vigilancia y de repente pasa de ser un idiota malhumorado a uno tranquilo y simpático... —¿Qué está mal con él?— Abrió la puerta de la habitación de Tom y todo estaba impecable, como siempre, nada fuera de su lugar.
Revisó en cada lugar, debajo de la cama, entre su ropa, en una pila de libros y no pudo encontrar nada.
—Tal vez, decidió cambiar de la noche a la mañana.— Rió sonoramente echándose en la cama de su hermano, encendiendo un cigarrillo.
Acomodó la almohada bajo su cabeza y sintió algo duro debajo de esta.
—Que diablos...— Se encontró una libreta negra con el nombre completo de Tom Riddle.
Sabía que haría mal en revisar esa libreta, estaría invadiendo la privacidad de su hermano, pero la curiosidad fue insoportable para él.
La abrió con cuidado, y...
Nada.
—Para que lo quiere, si no va a escribir en el, subnormal.— Repasó un par de páginas rápido, viendo si había algo más entre las hojas.
Se cortó con la esquina de una página, provocando que unas gotas de sangre cayeran en el libreto.
—Mierda.— Lamió la sangre de su dedo calmando instantáneamente el ardor.