Capítulo VIII

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-No lo vayas a matar, se que fue muy imprudente al siquiera mirarte sin tu consentimiento, pero él ama a mi hermana.

Lilith miraba al frente, mientras que Jessica la miraba a ella.

-Esos temas no se hablan Jessica.

-Eres la maldita Dama, mujer. Solo déjalo vivir.

Lilith se orillo en la carretera y freno de golpe.

-¡Yo soy Lilith Montenegro! Y nadie más.

Que tan ebria estaba Jessica para hablar con esa libertad.

-Estamos solas dramática.

-¿Te llevo a la casa de tus padres?

Jessica suspiro rendida. Ella lo matará pensó, pero también vino a su mente Nicole, la abogada no se lo permitiría.

-Sí.

No volvieron a hablar hasta llegar a la enorme mansión de los Altamirano.

-Gracias por traerme y por la compañía esta noche.

-A sido un placer Jessica.

Lilith rápidamente bajo del auto y le abrió la puerta a Jessica, la ayudó a bajar y con un pequeño beso en la mejilla ambas se despidieron.

La castaña subió al auto y se dirigió a su casa. Una pequeña mansión en el centro de la ciudad, pues al final ella vivía sola.

No tardó mucho en llegar, subió a su habitación, tomó una ducha y después se recostó en su cama, podía observar la ciudad a través del hermoso ventanal que tenía. A su mente llegó Nicole con Noah, y no pudo evitar sentir coraje.

-Maldita sea, que carajos pasa conmigo.

Noah la tuvo en sus brazos, Noah bailaba con ella, Noah la hizo reír, Noah la besó... Noah tocó sus labios.

La rabia la invadió y aún sabiendo que lo que haría no era lo correcto, pues por generaciones se ha cumplido la promesa de no mezclar vidas, y sí algo pasa en una de ellas no lo puede resolver con la influencia de la otra, pero los celos nublaron sus pensamientos. Rápidamente brincó de su cama, bajo por las escaleras, caminó por un largo pasillo, abrió una puerta y entró. Observó la enorme biblioteca que tenía, quien podría pensarlo, alguien con la personalidad como la de Lilith, leyendo, pues sí, la empresaria amaba la lectura e incluso llegaba a escribir, pero nunca quiso hacer público ninguno de sus escritos, pues lo hacía para despejar su mente, para distraerse y expresarse, no quería atención en sus garabatos personales.

Pero no estaba ahí para escribir, oh no. Quería sentir el placer de la venganza en sus manos nuevamente.

Dió algunos pasos hacia una estantería donde se encontraba un libro en particular, y sí, como si fuera una película de esas de espías, Lilith movió un poco el libro y comenzaron a separarse dejando ver una puerta de metal detrás de ellas. La puerta tenía una contraseña de reconocimiento facial que al detectar a Lilith inmediatamente abrió.

Entró y en seguida todo volvió a cerrarse, como si la Montenegro no hubiera desaparecido dentro de la pared.

Caminó por un pasillo y nuevamente una puerta le impidió el paso.

-Nunca me agradaran, malditas.

Dijo para sí misma, mientras que una vez más se tenía que reconocer su rostro para tener acceso, pues a pesar de prácticamente hacer este recorrido casi a diario, tanta puerta la estresaba.

Al cruzar esa puerta, sólo se encontraba con una habitación, que tenía una pequeña sala y un cuadro que tenía unas flores, que ella misma había pintado cuando tenía 5 años.

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