🏐 Cap. 11🏐

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—¿Pero qué carajos te sucede? —grita el rubio a medida que se restriega sus labios como si quisiera sacarle lustre a semejante boca

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—¿Pero qué carajos te sucede? —grita el rubio a medida que se restriega sus labios como si quisiera sacarle lustre a semejante boca. Totalmente enojado con la situación y otro poco más avergonzado por la forma en la que actuó. Él, no suele ser así de idiota pero debería haber advertido que se estaba sobrepasando cuando su mejor amigo, Tae, lo acusó de aquella forma —. Escu...

Cortando su verborragia, las palabras del castaño: —Detente, de verdad, estoy muerto y solo necesito descansar. Dentro de un par de horas entramos a la Universidad a menos que no compartas conmigo esa asignación, así que mejor haz silencio —anuncia mientras desparrama sus prendas en la parte posterior de su supuesta cama quedando como Dios lo trajo al mundo, solo cubierto por un diminuto calzoncillo.

—¿P-piensas d-dormir así? —cuestiona Jimin dubitativo a medida que se asombra al verlo seguir con el susodicho camino hacia el sur, dejando al alcance de su visión a dos mesetas redondas, blancas y bien formadas.

—¡Ahh! ¿No te lo dije? Yo, duermo en bolas, así que... Hasta dentro de un rato —finaliza acostándose sin problema alguno mientras su compañero queda completamente mudo ante su desparpajo.

El rubio trata de componerse sin provocar más problema, si al fin y al cabo, en la ducha se bañan todos desnudos y bien sabe que a Tae, también le gusta lo mismo. Le había dicho el otro día, que no hay nada más lindo que sentir la caricia de las sábanas sobre tus pelotas. Pero no es lo mismo reírse de un cuento de aquel idiota que soportar tener a este tipo durmiendo al lado suyo y completamente desnudo, encima. 

Observa el reloj y rezonga levantándose para dejar la pieza sumida en una oscuridad que de inmediato no le agrada para nada, así que bufando, se incorpora nuevamente para arrastrar la mesa de luz que contiene una pequeña lámpara.

—¿Con miedo a que me levante en plena oscuridad a toquetearte? —suelta Jung Kook —. Deberías saber que eso no pasará nunca, así que acuéstate tranquilo y deja todo apagado así descansamos como deberíamos.

Jimin, sin darle parte a sus palabras deja la tenue luz encendida y se acuesta mirando hacia el el otro lado. Deseando por dentro, levantarse mañana y no tener que soportar más a este condenado engendro.

El rubio cuenta los minutos para que toque el final de la hora y así poder correr hacia el baño para enterrar la cara en el agua helada, realmente lo necesita ya que no puede pasar sin cabecear más de diez minutos seguidos

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El rubio cuenta los minutos para que toque el final de la hora y así poder correr hacia el baño para enterrar la cara en el agua helada, realmente lo necesita ya que no puede pasar sin cabecear más de diez minutos seguidos. Pero lamentablemente debe esperar porque la última vez que se retiró, el profesor le dijo que mejor ni regresara.

Aún así, lo que más lo enoja de todo, es mirar hacia la otra punta notando al castaño reír fresco como lechuga con su vecino de al lado. Y como si fuera poco, le molesta la actitud de dicho vecino...

¿Es qué el mariscal piensa meterse de ahora en más así como así en su cuarto? ¿Por qué no dejó al castaño pasar la noche con él, ya que pretendía pasar toda la mañana adosado? Todavía le molesta rememorar lo pasado, la imágen del mariscal tocando la puerta antes que el mismísimo despertador y levantándolo a los dos para desayunar unas medialunas que "supuestamente" él mismo amasó. Y para colmo, el idiota del punta que le festejaba el sabor y la textura.

Por supuesto, que él hizo caso omiso a la algarabía y se levantó a darse un baño para sacarse la modorra y no tener que verlo a su compañero en pelotas mientras engullia la factura. Pero ahora, le molesta no poder soportar toda esa buena onda.

¿Por qué simplemente no puede dejarlo pasar y ofrecerle una tregua al condenado punta?

Maldice cuando lo observa risueño y aquel le tira un beso volador que -casualmente- es atrapado por el mariscal quien se lo lleva hacia la boca.

—Que asco... —susurra.

—¿Por qué no lo dejas en paz? —escucha Jimin desde su derecha, dejando de mirar para donde no debe mirar y enfocándose en Jin que no para de escribir —. ¡Maldición! —susurra cuando se da cuenta de que luego deberá leer él solo para entender aquello que no pudo incorporar en su cerebro —. Dame eso, que luego te lo devuelvo.

Rápidamente, el capitán extrae el cuaderno de la mano de su amigo para salir corriendo sobre que toca el timbre que avisa del receso. Pero Jin, que no pensaba dejarle pasar la burla de verlo hervir de rabia mientras veía al otro par, lo retiene de los hombros y le empieza a decir que por qué no le pide a su nuevo compañerito de cuarto, los apuntes. Empezando una lucha del rubio por querer escapar con las hojas del otro, y de Jin, teniéndolo de gusto.

Pero sobre que pasa cierto castaño a las risas por detrás, "mágicamente" las manos de Jin se desprenden de sus hombros dejándolo a la buena de Dios y cayendo de tal manera que Jimin ya se imaginaba en la enfermería con un tremendo dolor de cabeza. Pero para su buena o mala suerte, unas grandes manos lo apresan por demás entusiasmado, que por poco no le sacan la respiración al sentirse tan apretado y para colmo, pegando de lleno su cara contra el cuello del otro. De inmediato, Jung Kook lo aleja consultando si se encuentran bien y aprovecha para largarme unas palabras que sabe que harán encolerizar al de enfrente.

—Se te está haciendo costumbre, digo, esto de que te salve —acercándose a su oído a medida que lo incorpora en el piso por su cuenta —, pero a juzgar por nuestra anterior interacción, aquí faltaría un beso.

De inmediato, el cuerpo del punta es empujado lejos mientras el mariscal le dice que a él lo puede retener todo lo que quiera, provocando que el rubio lo fulmine a ambos con la mirada mientras se aleje hacia el baño y así poder despejar su cabeza para el posterior entrenamiento.

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"Remate al corazón" (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora