≛ treinta y cuatro

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﹝quince - dieciséis de diciembre﹞



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POR ÚLTIMA VEZ, Ana observa su propia imagen en el espejo de su habitación. En este, ve lo que ella exactamente había esperado para ese día tan especial. Su maquillaje es delicado, tanto como lo es el decorado que lleva alrededor de su cabello, encajando a la perfección con su vestido blanco.

—¡Cinco minutos!— grita Gwen con fuerza, entrando a la habitación apresurada, deteniéndose cuando su mirada manantial se posa en su amiga.

La profesora no puede evitar sonreír a la expresión de tremenda emoción en el rostro de su amiga. Ambas ven como la conmoción se materializa en ligeras lagrimas llenas de felicidad, también.

—Aun cuando sigo enojada contigo...— comienza la rubia. —Te ves tan hermosa, Ana.— ella agradece por sus palabras con el único gesto que puede; se acerca a su mejor amiga enseguida, compartiendo así un amoroso abrazo.

Ana sabía que debía compensar a su amiga en grande. Los cambios de planes aun la tenían brevemente molesta y aun le costaba creer que habían cambiado la gran, bulliciosa y elegante boda que había preparado para ellos por algo tan diferente. Algo tan privado y sencillo, como la pareja lo había descrito.

—Gracias por apoyarnos.— susurra Ana sobre su hombro aun recargada entre los brazos de su amiga, quien parece tener la misma necesidad que ella.

—Solo lo hago por mi ahijado.— dice ella y Ana sonríe ampliamente.

Su abrazo se deshace y Gwen ve en la mirada de su amiga un brillar tan puro y hermoso, sabiendo muy bien cuales serían sus próximas palabras.

—¿En dónde está ese pequeño?— pregunta la reciente madre, recordando muy bien que había visto a su pequeño en los brazos de su madrina la última vez.

—¿Dónde crees que está?

—Le corresponde su siesta.— agrega la chica rápidamente, reconociendo la burda mueca que Gwen le regala.

—¿Qué crees que está haciendo?— Ana deja escapar un respingón sabiendo ya que había perdido la batalla.

Separarlos era realmente una tarea casi imposible.

—Cariño...— ambas mujeres alzan la mirada a la puerta y el padre de Ana se muestra con su más grande sonrisa.

El hombre se acerca a quien siempre sería su pequeña y la acuna amorosamente entre sus brazos, mientras de su boca deja escapar palabras que son puros mimos para la mujer. Luego, Ana observa a su amiga y nuevamente a su padre. Era el momento de salir.

LA CHICA   ▪︎   CEVANS (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora