Juntos hasta el Infierno

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—Ahora que lo pienso, desde el principio... Desde antes de conocerte, me gustaste bastante, más allá del beneficio —declaró, su mirada en el cielo estrellado que embelesaba al científico.

Era, sin duda, uno de los pocos momentos en su vida en el que dejó al descubierto su vulnerabilidad. Senku dirigió su atención al mentalista, puede que no fuera un genio de la psicología como Gen, pero el tono suave en su voz al hablar, como alguien que profesa su último aliento, no pasaría desapercibido por nadie. Sin embargo, había un ápice de felicidad, de dulzura, que no podía ignorar.

De inmediato, continuó, sin extender demasiado ese momento.

—Seguro que a los aldeanos les pasa igual. Aunque de seguro te resulta incómodo.

La mirada de Gen estuvo de vuelta en Senku, en espera de una respuesta que conocía a la perfección.

—Sí... Es desagradable —respondió. Intentó tener cuidado con sus palabras, pero en verdad desconocía la manera en la que se responde en situaciones así, cuando temía el impacto de la respuesta por una vez en su vida.

Gen se rio. ¿Era dolor o resignación lo que escuchaba bajo la superficie? Senku fue incapaz de determinarlo, pues él mismo se contagió de ese sentimiento. Tras un momento de silencio, Gen se despidió, dando la espalda a un joven pensativo.

Una vez en el suelo, Gen suspiró. Su plan salió según lo previsto, debería sentir felicidad, alivio, al menos el dolor de un rechazo, pero no había más que un nudo en su corazón. Sabía que sucedería, sabía que la mejor medicina para dejar de alimentar un amor que no llevaría a ningún lugar era un rechazo contundente, incluso si dolía.

Gen se rio, esta vez sin ganas, al pensar que todo se debió a las estúpidas baterías de manganeso, con su tediosa y repetitiva labor que permitió a su  mente inquieta divagar en temas que no debía. Gen no se consideraba a sí mismo como alguien que cree, mucho menos se consideraba cursi, pero su mente dio vueltas hasta regresar al mismo punto.

Quizás, solo quizás, estaba más conectado a Senku de lo que podía pensar.

Un juego del destino, la inscripción en el árbol... Después de manipular a cuanta persona pudo en su vida, se volvía víctima de sus propias artimañas. En el instante en el que esa idea invadió su mente, no pudo abandonarla.

Pese a sus intentos de convencerse de que esa fecha era una mera casualidad, le producía un sentimiento extraño. Su cumpleaños, una fecha importante para alguien, incluso si esa persona no era consciente de la relación. La fecha que representaba no solo el día en que inició todo, sino que contenía la determinación de un joven a recuperar lo perdido. Se sentía como un tonto por tener esa clase de pensamiento, sí estaba siendo demasiado cursi para su propio bien. Siempre había creído que las personas se volvían demasiado intensas cuando alguien les gustaba, pero entendió que la química en su cerebro era, de verdad, una cosa seria. No era estúpido, el resultado de aquellos sentimientos era obvio, por ello, decidió cortar de raíz el problema.

A veces era necesario jugar del lado del bando perdedor.

Negar su sentir se veía como un esfuerzo infructuoso, lo mejor era sacarlo de su sistema. ¿Qué se le podía hacer? Un poco de terapia de shock no lo mataría. En cambio, rompería sus ilusiones de manera efectiva para avanzar y superar.

Un cerebro enamorado no era un buen compañero. Gen, por sobre todo, debía ser un buen compañero. Por él, por su querido Senku.

Por el hombre que restauraría la humanidad.

No contempló que su necio corazón, después de ser rechazado, continuaba amando, y su cerebro enamorado seguía allí. Era un poco frustrante, pero debido a esto conoció una nueva faceta suya, una que jamás se habría permitido conocer en otras circunstancias.

Soulmate [SenGen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora