Defecto Fatídico

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                                                                                                                                                                             (Pov Percy) 

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                                                                                                                                                                             (Pov Percy) 

Por fin había encontrado algo en lo que era bueno de verdad.

El Vengador de la Reina Ana (el barco que habiamos robado) respondía a todas mis órdenes. Yo sabía qué cabos tensar, qué velas izar y en qué dirección navegar. Avanzábamos entre las olas a unos diez nudos, según calculé. Y lo bueno es que incluso comprendía qué velocidad era ésa. Para un barco de vela, bastante rápido.

Todo parecía perfecto el viento a favor, las olas rompiendo contra la proa.

Pero ahora que nos encontrábamos fuera de peligro, sólo conseguía pensar en lo mucho que echaba de menos a Tyson y a Annabeth, y claro en la inquietante situación de Grover.

Tampoco conseguía quitarme de la cabeza mi estúpida manera de complicar las cosas en la isla de Circe. De no ser por Thea, todavía sería un pequeño roedor agazapado en aquella jaula junto a un puñado de piratas peludos.

Pero lo que más me preocupaba era lo que le había dicho Circe a Thea " El futuro se abre ante tus ojos". No sabía lo que quería decir exactamente pero de alguna manera sabía que se relacionaba con lo que Luke le había dicho en el Princesa Andrómeda. Thea parecía distante observando un punto en la madera. Quería consolarla pero no sabia lo que le pasaba.

Navegamos toda la noche.

Thea intentó echarme una mano en el puesto de mando, pero navegar no era lo suyo. Después de unos minutos su cara se puso de color guacamole y vomito en un cofre.

– Lo siento – se disculpó mientras se limpiaba – Yo y el mar no nos llevamos –

– ¿Le tienes miedo? – pregunte con una sonrisa burlona.

– Mejor dicho le tengo miedo a las cosas que hay en el – contesto.

– Mientras estés conmigo no te tienes que preocupar – dije y ella me dedico una sonrisa.

– Iré un rato a acostarme abajo – dijo y desapareció por las escaleras.

Yo observaba el horizonte. Divisé monstruos más de una vez. También llegué a ver nereidas, los brillantes espíritus femeninos del agua. Les hice señas, pero desaparecieron en las profundidades, dejándome con la duda de si me habían visto o no.

Poco después de medianoche, Thea subió a cubierta. Precisamente en aquel momento pasábamos junto a una isla con un volcán humeante. El agua en torno a la orilla burbujeaba y despedía vapor.

–Una de las fraguas de Hefesto– dijo Thea –Donde construye sus monstruos de metal–

–¿Cómo los toros de bronce? – ella asintió.

Percy Jackson. The ArcherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora