CDD (Conteo de desmayos)

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                                                                                                                                                                                (Pov Athea)

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                                                                                                                                                                                (Pov Athea)

Gracias a la capacidad especial de los centauros para viajar, llegamos a Long Island poco después de que lo hiciera Clarisse.

Cuando llegamos al campamento, los centauros tenían muchas ganas de conocer a Dioniso. Le habían dicho que organizaba unas fiestas increíbles. Pero se llevaron una decepción, el dios del vino no estaba para fiestas precisamente cuando el campamento en pleno se reunió en lo alto de la colina Mestiza.

En el campamento habían pasado dos semanas muy duras. La cabaña de artes y oficios había quedado carbonizada hasta los cimientos a causa de un ataque de Draco Aionius.

Mis hermanos corrían de un lado al otro intentando atender a los heridos. Cuando divise a Lee a lo lejos me vino a la mente lo que habia visto despues de la explosión del bote de Clarisse, por un instante mi corazón se detuvo, solo esperaba que lo que había visto sea un sueñoy nada más.

-¡Lee! - grite a lo lejos, el volteo a ver a donde estaba.

-¡Thea! - su tono de voz sonaba serio pero no me importo lo abrace como si no hubiera mañana.

-¡Te extrañe! - dije sin soltarlo.

-Yo también te extrañe - me dijo abrazándome - Pero eso no quita que estés castigada por el resto de tus días señorita - me dijo seriamente.

Todos los que se agolpaban ahora en torno al árbol de Thalia parecían agotados y hechos polvo. En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro, la luna pareció iluminarse y pasar del color gris al plateado.

Una brisa fresca susurró entre el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresa, el rumor de las olas en la playa.

Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde. Todo el mundo estalló en vítores. La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.

Quirón ordenó que se establecieran turnos de guardia las veinticuatro horas del día en la cima de la colina, al menos hasta que encontráramos al monstruo idóneo para proteger el vellocino. Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El Olimpo Semanal.

Entretanto, los compañeros de cabaña de Clarisse la llevaron a hombros hasta el anfiteatro, donde recibió una corona de laurel y otros muchos honores en torno a la hoguera.

Afortunadamente a nosotros ni nos hacían ni caso. Era como si nunca hubiésemos salido del campamento. Supongo que ése era su mejor modo de darnos las gracias, porque si hubieran admitido que nos habíamos escabullido del campamento para emprender la búsqueda, se habrían visto obligados a expulsarnos.

Percy Jackson. The ArcherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora