-Capítulo 19-

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El aire brusco invadió sus pulmones con agresividad, su cuerpo dando violentas sacudidas y su corazón corriendo como caballos libres por la pradera destrozaban dolorosamente su exhausto cuerpo.
Ella parpadeó un par de veces, la luz casi clínica de su encierro molestaba sus almendrados ojos que lentamente perdían la inhumana dilatación que no era más que un resultado físico de aquella droga a la que se había aferrado como último intento de supervivencia.

Sus manos atadas tras su espalda, su cuello contra aquella cadena, unas grandes manos sujetando sus caderas, ese dolor punzante en su intimidad, el ardor inconfundible de una penetración forzosa. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras el contenido de su estómago se arrastraba con desesperación hacia su garganta.
La figura de un hombre obeso, sudoroso, jadeante y mantecoso que cubría su rostro con una mascara minimalista de conejo la tomaba una y otra vez. El sudor que goteaba de su cuerpo llenaba las heridas abiertas de la escamosa piel femenina que se empezaba a retorcer como cuando arrojas sal a una babosa o caracol.
Ella gritó, aterrada. Era la primera vez que la droga perdía su efecto mientras ella "trabajaba". Era algo nuevo, ella estaba acostumbrada a quedar inconsciente, desaparecer entre los efectos de la droga y luego despertar con ardientes heridas y dolor punzante que eran tratados por aquel hombre enmascarado.

-¡Ugh! M-maldita perra... ¡Q-quédate quieta! Quiero llenarte~- El obeso hombre puso su peso sobre ella, respirando contra su cuello mientras apretaba sus pechos. La pegajosa saliva ajena se resbalaba, quemaba su sensible piel que hacía que sus jugos internos hirvieran con asco, queriendo salir y ser expuestos como muestra de todas las emociones que se acumulaban en el interior de su garganta.

Las primeras arcadas azotaron su voz, pero tan pronto como su cuerpo reaccionaba, el hombre dio el primer puñetazo, disgustado ante la muestra de emociones del pedazo de carne que él estaba esperando usar hasta agotarse. Mabel volvió a llorar, pero el dolor físico no le permitió ignorar el asqueroso olor que provenía de la mezcla de sangre, fluidos y sudor no precisamente propio.
Otra arcada la traicionó, otro golpe el hombre le proporcionó, ella respiro profundo en un intento del calmarse, pero el aroma hizo que los fluidos buscarán salida por su boca, como un geiser que fue ahogado por las manos regordetas del hombre quien furioso trataba de mantener los resultados de su propia presencia en la boca de la chica, ignorando las consecuencias de el ahogarla en vómitos.

-¡Joder! ¡Trágalo zorra malagradecida! Siendo un pez.. ¡¿Y exigiendo algo mejor?!- Las manos fueron a su cuello, apretando para detener la salida de la asquerosa mezcla de todo menos comida.
El aire se cortaba mientras que el vómito llenaba su boca y fosas nasales. No podía escupir, moverse, respirar; las arcadas continuaban, no le daban un descanso, las embestidas tampoco, ella seguía siendo profanada incluso cuando su cuerpo trataba de evitarlo.
Una tras otra, el hombre la escupía mientras golpeaba su grasosa cadera contra la suya, no le tomó demasiado, se descargó en su interior, la soltó, golpeó su abdomen y se retiró de la habitación sin mirar atrás, sin pensar en ella o sin prestar atención a las violentas arcadas que se encargaban de vaciar todo lo que quedaba en el estómago de la alguna vez hermosa sirena.

Su respiración entrecortada, el agua en donde vivía sucia, con sangre, fluidos, posiblemente desechos suyos y ajenos, sangre y ahora el mismo vomito que la cubría.
Suspiro sintiendo su cuerpo temblar, tus ojos llorosos y la piel erizada. Se arrepentía de buscar a Dipper, de convencerlo para ir al lago, de ser tan fastidiosa... Se arrepentía del mero hecho de existir.

Unas pisadas la alertaron, pero cuando la luz llenó todo el lugar lleno de juguetes visiblemente usados, productos escritos en un idioma extraño, y la figura de aquel hombre de la máscara que desató sus manos y cuello. Su cuerpo se relajó, él estaba ahí, mirándola con pena, ella sonrió, arrastrándose hacia él, deseosa de sentir sus manos tocándola con esa suavidad única que él solo podía darle.
Él la miró con desdén, tomó su delicado cuerpo como si de cristal se tratase y la movió fuera de la piscina infantil hacia un tanque lo suficientemente profundo como para poderla sumergir por completo. Ella se acomodo en el agua gustosa, respirando después de mucho tiempo de manera profunda y libre sin tener que frotar su cuello contra la sucia agua de la piscina. Ella lo observó vacía el agua en un drenaje cercano, usando una manguera a presión limpio lo que quedaba, y relleno el agua en aquella zona que Mabel había determinado como el "Parque de las pesadillas", aunque apenas pudiera caber dentro de este.

El no decía nada, no la miraba, solo hacia su trabajo. Esta vez ella podía sentir un aire distinto en él, mucho más apacible y agradable que el cual presenció la última vez que tuvo la oportunidad de interactuar con el hombre que como el resto, escondía su identidad tras una bonita máscara minimalista.
-Hoy.. ¿Hoy tengo más clientes?-  Mabel preguntó sacando su cabeza del tanque, el hombre se tensó unos segundos al quedarse en silencio, alzó la cabeza mientras cerraba la llave del agua y sin mirar a la chica respondió. -Si fuera así, yo no estaría aquí- Ella suspiró con alivio, pero un escalofrío recorrió su cuerpo al realizar que incluso sin estar drogada, la habrían obligado a seguir recibiendo hombres.

-Tu.. ¿Vas a curarme?- Su voz sonó tímida, casi al borde de ser difuminada por el agua en el que ella se escondía. El hombre suspiró, antes de hacer un movimiento de afirmación con la cabeza.
Mabel no pudo evitar sonreír ante la afirmativa volviendo a hundirse en el agua mientras nadaba unos míseros centímetros por el tamaño del tanque. Incluso cuando su cuerpo estaba débil por esfuerzo, ella encontraba la fuerza para hacer lo que más amaba, nadar, sentir el agua corriendo entre sus aletas y branquias; más tuvo que detener su pequeño momento al oír tres toques en el tanque por parte del hombre, quien le indicaba que debía salir para probablemente ser atendida por el.
Ella obedeció, siendo cargada como una princesa hasta aquella detestada piscina. La dejó ahí, y atrajo un carrito lleno de materiales de atención médica, y sin más empezó a atender las múltiples heridas que presentaba la joven sobre su cuerpo.

Ella lo miró con esos ojos grandes y expresivos, le sonrió, antes de morder su labio en busca de palabras que pudieran cortar ese desagradable silencio que ella tanto aborrecía. -¿Por qué me estás atendiendo?- Ella preguntó inocentemente, con genuina curiosidad. El hombre se tensó de nuevo, y ella temió, más él solo dio un comprensivo suspiro antes de seguir su trabajo en coser la piel que previamente había adormecido con anestesia local. -El te quiere viva, así que solo sigo órdenes- Respondió con las mismas emociones que su máscara expresaba, cero, ninguna, como si ella estuviera hablando con una carcasa vacía que muy brevemente expresaba un suave, casi imperceptible brillo de dolor por ella.

-¿Èl? ¿Acaso hablas de mi hermano? ¿Dipper? ¡Es un cervatillo! ¿Lo conoces?- El hombre la miró, confundido, ella lo observaba con esa inocente esperanza que se esperaba de una infante de 14. Aquel hombre sintió la sangre bajar de su cuerpo, un sudor frío le recorrió al recordar la nueva adquisición de su amo. Trago pesado, "la desgracia debe perseguir a esta familia" pensó en sus adentros al negar suavemente con su cabeza al cortar el hilo.

Ella se desanimó, bajando las aletas que adornaban el lugar en el que sus orejas deberían estar. -Oh... ¿Entonces, quién?- El volvió a mirarla, negó de nuevo con su cabeza mientras tomaba unas pinzas con algodón y las pasaba con suavidad sobre los cortes en el abdomen de la chica. Ella siseó incómoda ante el repentino ardor, él sonrió bajo su máscara, enternecido ante las reacciones.

El era un ángel para ella, su único consuelo en aquel oscuro lugar, el único que busca velar por su bienestar. Ella era su trocito de azúcar, el dulzor que aliviaba un cansado día de trabajo.. Simplemente era una pieza que le gustaba observar y tocar.. Tal vez un poco más de lo que debería.

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