-Parte 20-

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Había pasado un tiempo desde que habían.. ¿Formalizado? No estaba realmente claro para la mente infantil de aquel cervatillo, pero sin duda los lentes de rosa lo hacían ver como una situación positiva.

Desde aquella interacción las cosas habían mejorado, no más cadenas, no más drogas pesadas, no más degradaciones ¿Como culpar a la pequeña mente por fingir que todo estaba bien? ¿Cómo explicarle? No había manera, no había nadie, mucho menos había ganas de tener una larga charla donde le explicaran lo que le esperaba y lo que nunca le esperaría fuera de esas cuatro paredes pulcramente decoradas.

Incluso la habitación dónde se encontraba había cambiado. Ya no era un húmedo sótano. Era una habitación en las plantas superiores a este, o eso creía, la bolsa en su cabeza le había impedido ubicarse.

Lo que sí sabía es que seguían bajo tierra, la falta de ventanas lo delataba.

Pero eso estaba bien, tenía una cómoda cama, un baño aclimatado para su parte centauro y comida decente ¿Cómo podría quejarse?

Pero aún con todas esas comodidades algo seguía dándole piquiña en sus sentidos. Esa piquiña en las patas por querer correr de nuevo, por querer sentir ese frío pasto verde entre sus pezuñas, esa brisa única que golpea el rostro cuando las velocidades alcanzadas ya no eran humanas. Incluso el banal olor a madera de la cama temática ahora le causaba un deseo irremediable por volver a sentir el tibio sol tostar su piel.

El chasquido de la puerta alzó sus orejas quienes giraron en su dirección, no nerviosas, pero curiosas.

La misma mujer de antes llevaba una bonita bandeja de madera entre sus delgadas y huesudas manos. El infante no pudo evitar sonreír meneando felizmente su colita cuando se levantó hacía ella así recibiendo la bandeja con cuidado en busca de poder ayudarle tanto como ella lo había ayudado antes.

-"¿Cómo estás? ¡Ha pasado un tiempo!"- El niño felizmente la saludo.

Desde que se había convertido en la "pareja" de aquel hombre rubio las cosas habían cambiado. Sus encuentros íntimos eran mucho menos agresivos que antes por lo que la mujer no venía a curarlo (al menos no de heridas graves) y ahora se dedicaba a ayudarlo con sus comidas o entretenimiento, se sentía como un millonario incluso si aquella mujer era lo más cercano que había tenido a una amiga en aquel lugar, a una madre incluso.

La mujer le dedicó una cansada sonrisa, sentándose en la única silla que había la cual se encontraba junto a una mesita hecha a medida para el cervatillo. -"Nada interesante, trabajo.. ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien?"- La mujer preguntó con preocupación asfixiante disfrazada de cortesía, tenía plenos conocimientos de las cosas más que monstruosas por las que aquel cachorro tenía que pasar mínimo tres veces a la semana.

Él disminuyó gradualmente su sonrisa hasta que esta se volvió una mera mueca que daba lo mejor de sí por ser catalogada como una sonrisa, de la misma manera en la que el niño se esforzaba por ser agradecido con su captor ante el drástico cambio que su personalidad había tomado. -"Pues... Él ha sido mucho más amable"- Expresó sus orejas algo bajas sin despegar la mirada de aquel plato que se le había dejado en frente.

Era una ensalada bastante variada con distintas plantas y tubérculos que parecía estar cuidadosamente pensados para satisfacer todas las necesidades que debían ser satisfechas en una comida y eso hacía que ese sentimiento volviese a molestar su pecho ¿Hace cuanto alguien no se había preocupado de esa manera por su alimentación? Ni siquiera su tío Stan se tomaba tanto tiempo para alimentarlo, mucho menos investigar qué era lo que se suponía debía estar comiendo a su edad.

Ella suspiró, casi podía escuchar los pensamientos del crio. Esa duda que bañaba sus ojos al mirar aquel completo plato lleno de importantes sustentos, ella estaría igual si intercambiaran lugares, de hecho ¿No estaba ella en una situación similar? Atrapada entre las cuerdas de oro de aquel hombre.

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