23/11/837

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Después de 3 años de entrenamiento estábamos todos ahí, delante de un escenario, escuchando a un hombre hablar. Un discurso bastante emotivo, se notaba que el señor se lo había estado preparando. En él explicaba porque nos teníamos que unir a cada uno de los escuadrones. Pero aunque ,como buen escritor que soy, estaba escuchando atentamente, nada de lo que dijera podía cambiar mi opinión. Yo ya sabía a dónde pertenecía.

"Quién no esté dispuesto a entregar su corazón por el bien de la humanidad que se vaya, pues es aquí, en la legión de reconocimiento donde necesitamos a los soldados más valientes."

El señor hablaba sin vacilar. La gente se empezó a mover, la mayoría se iban, otros dudaban y pocos hacían como yo. Pertenecer como estatua pegada al suelo.

Al mirar a mi alrededor reconocí a algunos compañeros, en estos tres años no se podía decir que había hecho muchos amigos. Creo que era una perdida de tiempo, ya que si me encariñaba a alguien crecía el miedo de perderlo. Sin embargo si había interactuado con alguno de forma constante.

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En el carro que nos lleva hasta donde será nuestro nuevo "hogar", aprovecho y saco mi libreta, donde escribo todo, siempre la llevo conmigo.

El cielo está oscuro, pero ninguna nube se atreve a tapar el brillo que emana de las estrellas. Un candelero en cada esquina del carro es lo único que me ayuda a diferenciar las hojas y letras de mi diario.

"Que nervios, ¿No? Tengo ganas de ver cómo será nuestra nueva vida."

Levante la cabeza para ver a Petra con una cara iluminada de ilusión.

"Puff... A donde vas tan ilusionada Petra, no durarás ni un día."

Auruo Brossard siempre era así, le gustaba estar de piques con todo el mundo.

Rápidamente Petra le contesto algo, y los dos se pusieron a "pelear".

24/11

No recuerdo cuando nos quedamos dormidos, pero al despertar ya estábamos ahí. Al parecer, era una base antigua de la legión de reconocimiento, estaba alejada de los arroyos pero era un sitio grande y con buenas vistas, seguro que se ensuciaba con facilidad.

Bajamos todos de la carreta con nuestras cosas, nos recibió un hombre alto, rubio y con fracciones marcadas y masculinas. Su presencia imponía, no parecía mucho más mayor a nosotros pero su expresión decía tener experiencia.

Se presentó, se llamaba Erwin Smith, con solo escuchar su voz supuse que era una persona que se hacia respetar, pero no a base de miedo. Se le notaba en la voz que era un jefe innato.

Después de su presentación, nos explicó como íbamos a funcionar. Entramos todos en el castillo y empezaron a repartir habitación, en eso tuve suerte, me tocó una habitación situada en una de las torres, tenía una ventana donde se podía ver el bosque. Nada más me quede solo en la habitación me puse a limpiarla, todo el espacio estaba cubierto por una capa de polvo. Sacudí todas las telas que había por la habitación y no me senté hasta que estuvo todo impecable. Deje la ventana abierta para que se aireara y me senté en la cama sin dejar de apoyar mis pies en el suelo. Saque mi diario, que guardaba entre el interior de mi chaqueta y mi camisa, y me puse a escribir.

Escribía mis primeras impresiones de este sitio y de la gente, sobre todo mis primeras impresiones de Erwin Smith, quién nos había introducido. Era alto y tenía un cuerpo ejercitado. Recuerdo que la luz del sol se atrevía a reflejar sus rubios cabellos mientras, estos a su vez eran acariciados por una leve brisa. Sus ceño estaba fruncido ya que sus ojos azules no podían soportar el brillo de los rayos del sol. Sin embargo se veía bien. Bien...bien, era poco.

"Disculpa." Una voz, que ya había reconocido, acompañada de unos pequeños golpes en la puerta semicerrada, interrumpieron mis pensamientos.

Cerré mi diario y lo guardé a la vez que me gire para mirarlo a la cara.

"Dígame, Capitán Smith ¿Desa algo?" Alcé la voz, para ser oído. Entró en la habitación, dejando la puerta abierta.

Él se quedó un rato mirándome, primero solo me miró a los ojos, pero segundos después, que para mí fueron una eternidad, me miró de arriba abajo.

Sonrió.

"Veo que ya has limpiado este lugar." Observó el lugar con los ojos llenos de recuerdos. Al ver que de mi boca no salía ningún sonido me miró extrañado.

"Puedes hablar, no te mataré por ello." Me dijo con un tono irónico.

"Perdón Capitán." Fue lo único que a mí cerebro se le ocurrió decir.

"Porfavor, déjate de formalidades ahora. No te estoy hablando para que cumplas órdenes, solo quería charlar contigo." Se acerco a mi lentamente mientras hablaba.

"¿Conmigo?" Mi confusión era notoria.

"¿Como se llama soldado?" Preguntó, y sus ojos parecían estar mirando a través de mi.
"Akerman, soy Levi Ackerman." Respondí con miedo, que no entendía por dónde se había colado en mi.

"Levi...Akerman" Fue caminado hacia la ventana después de haber susurrado mi nombre. Yo lo seguí con la mirada. "Este fue mi cuarto cuando recién llegué aquí, Levi Ackerman."

No dije nada. Con suerte, si me callaba, podría escuchar de nuevo como él pronunciaba mi nombre.

"Solo quería saber quién era la persona que tenía la suerte de poseer las mejores vistas de todo el castillo."

Nos quedamos mirándonos un rato hasta que camino hacia la entrada y antes de salir dijo: "Me alegro que le haya tocado a un poeta." Su cara se torno en una mueca alegre antes de salir por la puerta y desaparecer, y la mía se extraño.

Diario de un poeta || EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora