23/03/838

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Estaba claro, era imposible ganar al ajedrez a Erwin Smith.

En los cuatro meses que llevaba con él me había dado cuenta de que el comandante Smith era una persona poco competitiva, por lo que era muy difícil de picar, daba igual que hicieras trampas, daba igual que le ganases limpiamente. Siempre aceptaba la derrota, a eso se diferenciaba completamente de mi. Yo, Levi Ackerman, soy una persona competitiva, que cuando gana lo celebra por todo lo alto y cuando pierde, se enfada y deja de hablar con todo el mundo. Lo admito, tengo muy mal perder. Y aunque en muchos otros juegos y apuestas le he ganado, él me sigue ganando al ajedrez. No se cómo lo hace.

"Es porque no tienes paciencia capitán." Una mueca de asco apareció en mi cara. "El ajedrez no es un juego impulsivo, ni se trata de suerte o de técnica. Hay que saber más jugadas y saberte las estrategias."

Me levanté de la silla para ir a hacerme un té. "Cállate Erwin."

"Levi, no te enfades." Dijo riéndose. "Solo es un juego."

"No me enfado, algún día te ganaré, estoy seguro." Volví a la mesa con la taza.

"Tienes muy mal perder." Ya lo sabía, no hacía falta que me lo dijeran.

"¿Oye cuando van a venir?" Estábamos en la capital, teníamos una reunión para hablar con los jefes y convencerlos que arriesgar nuestra vida por el bien de la humanidad, para descubrir la verdad y así poder vivir sin miedo, merecía la pena.

"No lo sé." Giró la cabeza para mirar al reloj. "Van retrasados por dos horas."

"Encima se atreven a llegar tarde, sinvergüenzas." Me bebí el té mientras esperábamos.

"Levi, me vas a desgastar de tanto mirarme." Erwin estaba de pie, a contra luz, mirando por una de las ventanas de la sala. Yo seguía sentado.

"Te queda muy bien ese traje." Fue lo único que use como excusa. Él se giro para mirarme. Y se que iba a decirme algo pero justo entraron por la puerta.

"Perdonar las tardanzas." Entraron unos viejos y se fueron sentando en la mesa.

"Por lo menos os disculpais." Dije en voz baja.

"¿Cómo dices?" Preguntó un señor, sinceramente no me sabía sus nombres.

"Nada." Me interrumpió Erwin. "Empezemos la reunión de una vez por todas." Nos sentamos uno al lado del otro y dio inicio la reunión.

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"Me parece injusto que tengamos que seguir haciéndoles pensar que merece la pena nuestro trabajo." Me quejaba en nuestra habitación después de la reunión.

"Lo es... Pero ellos controlan el dinero, y si no vamos y les convencemos que hay un propósito alcanzable detrás, nos quitarán el impuesto que nos paga la comida, las herramientas y todo lo demás." Anduvo hasta quedarse en mitad de la habitación.

"Nosotros nos jugamos la vida para poder avanzar, para poder descubrir la verdad sobre los titanes y así no renunciar a la extinción de la humanidad. Los soldados mueren para forjar un mundo donde podamos vivir sin miedo y ellos, ellos que lo único que hacen a lo largo del día es peinarse los pelos de los-" Me callé, y respiré ondo intentando calmarme. "Ellos no hacen nada ¿Y encima nos exigen?"

"Lamentablemente es así Levi, a ellos no les importa descubrir nada. Su vida ya está forjada, ellos no tiene miedo, viven en la capital. Tienen dinero de sobra, no se van a matar para ayudar al pueblo." Salió una corta risa. "Y el rey es igual, los que viven en la capital... Se lo tienen creído."

Me froté los ojos con la palma de la mano. "Me enferman."

La noche había caído, la ciudad estaba alumbrada con farolas. Y la mayoría de la gente ya estaba en su casa, aunque aún había tiendas abiertas. El invierno ya nos había dejado, y venía la primavera, llevaba unos días lloviendo y aunque parecía que había parado, podía ponerse a llover en cualquier momento.

Diario de un poeta || EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora