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Una vez más estaba subido en ese auto, solo que esta vez no convivieron ni cinco minutos, ya que solo cambiaron de calle una vez, ahora estaban estacionados en frente a una infraestructura de unos 7 pisos, claramente era más alta y mucho más grande que todas las casas ahí, tenía una decoración muy rústica y en letras grandes la palabra hostal.

Félix veía como su papá apenas pudo salió corriendo para entrar lo más rápido posible al lugar, su madre que seguía sentada le viró los ojos para después reír un poco.

— ¿Qué le pasa a papá?

— Míralo tú mismo. — le hizo una seña para que entrara. — Yo estacionaré en algún lugar mejor.

Félix decidió salir del vehículo y seguir los pasos de su progenitor, lo primero que vio al entrar fue un gran restaurante con los pisos al igual que las paredes forradas en madera oscura y elegante con algunas lámparas colgando del techo, había unas mesas igualmente de madera y una separación para la cocina, era un sitio mucho más grande del que esperaba, al igual con un toque bastante elegante, pero un elegante antiguo.

Recorrió el lugar con la mirada antes de encontrar a su padre abrazando a una señora bastante mayor de unos 80 años, era bastante bajita y tenía el cabello canoso, su piel estaba cubierta por varias capas de tela y un delantal por más calor que hiciera.

Cuando el abrazo de esos dos terminó el señor Lee fijo la mirada en su hijo. — ¡Lix ven acá! — lo llamó desde lejos.

Se acercó a la señora quien lo miraba con admiración, su padre puso su brazo en su hombro y le dio una palmada para que saludara. — Buenas tardes, señora. — hizo una reverencia.

— ¡Tú debes ser Félix! — dijo la señora con una voz dulce pero rasposa por la edad. — Tu padre me ha hablado muchísimo de ti, no sabes lo feliz que me hace verte, la última vez que te vi eras solo un bebé de unos ocho meses. — la señora con mucha confianza le apretujo las manos para después pellizcarle las mejillas.

Félix no sabía qué hacer y se resignaba a mirar a su padre con incomodidad intentando disimular que no tenía idea quién era esa anciana. — Félix, ella es Yehee, fue mi nana hasta cuándo me mudé a Seúl, es una gran mujer.

Félix lo único que quería era irse del lugar, por lo que apenas vio a su madre, salió corriendo con la excusa de ayudarla, lo que no sirvió de nada, ya que ella fue al mismo lugar de donde había escapado.

— ¿Sara? — volvió a hablar la anciana. La madre de Félix asintió antes de que la mujer fuera a darle un fuerte abrazo. — Ha pasado un montón de tiempo que no les he visto, son una familia adorable, estás igual de hermosa que hace 22 años en tu boda querida.

La mujer australiana mostraba su gratitud mientras el menor moría de aburrimiento sentado en una de las mesas mientras los mayores seguían en su conversación sin fin.

— No sabía que usted dirigía un hostal, ahora sé el porqué de su insistencia por venir aquí. — se refería a su marido.

— Sí... Desde que pasó el accidente de mi hijo yo me he hecho cargo del lugar, es bastante difícil y más con mi edad, pero mis hermanos y sobrinos mayores trabajan aquí, por lo que es más fácil.

— Lo lamento tanto... — el ambiente se empezó a tensar por la mención de ese tema del que Félix no tenía idea, pero parecía ser muy delicado.

— No te preocupes cariño. — la mujer puso una gran sonrisa en su rostro. — Por lo que me dijeron supongo que quieren una habitación por unos días. — se acercó a la recepción del lugar donde tenía colgadas las llaves y agarró la última. — tengo esta habitación en el último piso, alcanzará perfectamente para los tres.

Another Day [Hyunlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora