El chico de los ojos verdes

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Capítulo 5

El aire de afuera era gélido y, aunque en cierto modo era perfecto para equilibrar el calor que hubo durante todo el día, empezaba a arrepentirme de no haber elegido unos pantalones largos: Llevaba un abrigo púrpura, que cubría una blusa sin mangas color negra, unos pantaloncillos cortos por en cima de las rodillas y unos tenis blancos, tobilleros; el pelo atado en una coleta llena de ondas muy salvajes que, sinceramente odiaba.

Katte, a mi lado parecía inmune al frío. Vestía un top rosa y short que no cubría ni la mitad de sus muslos y el pelo rojizo, que le llegaba más abajo de las costillas, le bailaba con el viento. No, no llevaba abrigo, y no parecía necesitarlo, no se había frotado los brazos expuestos al aire desde que tocó la puerta de mi habitación. Al contrario de mi, que no dejaba de abrazarme con mis propios brazos.

Llevamos unos cinco minutos fuera, esperando a que el tal Biliey sacara el coche del garaje cuando Katte gritó:

-¡Allí esta!- señaló un par de farolas amarillas que se acercaban en la penumbra de la oscuridad y, poco a poco se hicieron más visibles.

Era un coche negro, bastante grande y muy lujoso. Aparcó justo delante de nosotras, haciendo que el aire soplara con más fuerza y yo guardara mis manos en los bolsillos delanteros del abrigo. La ventanilla del piloto se deslizó hacia abajo, despacio.

Un chico de cabellos rubios estaba al volante.

-¡Katte¡- saludo a mi compañera después de tirar lo que me pareció ser, una colilla de cigarro - ¿Ella es tu amiga?- el tal Biliey posó sus ojos azules en mi.

-Hola Biliey- Katte me echó un vistazo - No, es una compañera de la recidencia- un silencio incómodo se instaló entre nosotros y, fue cuando Katte me dio un pequeño empujón que comprendí, era mi turno de hablar.

-Soy Ella- Me apresuré a decir y el chico estuvo a punto de sonreír, pero en el último momento arrugó el entrecejo -Isabella- me corregí, con un tono de voz más cansino.

No era la primera vez que se me quedaban viendo de esa forma cuando me presentaba usando solo el diminutivo de mi nombre. Y si, era un poco raro, la mayoría suelen ser Bella o Isa, pero mi madre decidió ser más original y llamarme Ella. Y a pesar de ello, a mi me gustaba.

Entonces, Biliey me dedicó una pequeña sonrisa y ladeó la cabeza hacia un lado.

-Suban, la fiesta ya comenzó desde hace un buen rato- cometo y apartó el brazo que tenía apoyado en la ventanilla para enderezarse más en el asiento.

No me inspiraba mucha confianza, sobre todo porque el humo de su cigarrillo -todavía prendido- había caído a unos pocos metros de mi y el olor a nicotina me golpeaba de vez en vez. Pero antes de que pudiera reaccionar, Katte me agarró de la muñeca y tiró de mi hacia el interior del vehículo.

El trayecto rumbo a la fraternidad de la prima de Katte transcurrió en silencio, al menos de nuestra parte porque Biliey prendió la radio a mitad de camino, en un canal donde pasaron un montón de canciones -horribles, la verdad- y comenzó a tararearlas todas mientras conducía como si nada.

-¿Estas bien?- despegue la mirada de las calles oscuras que íbamos dejando atrás para girarme hacia Katte, quién me miraba con cierta preocupación.

La verdad ya había empezado a cuestionar si esto había sido del todo una buena idea, pero ya no podía dar marcha atrás. Iba en un coche, en dirección a una fiesta con dos personas que apenas conocía y, una de ellas no me trasmitía mucha seguridad.

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