La clase extra

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Capítulo 8

-Se marcharon juntos. No puedes negarlo- repitió Biliey por enecima vez desde que habíamos entrado en mi habitación- ¡Tienes su chaqueta!- insistió señalando la prenda colgada en el respaldo de la silla.


Mientras yo me movía por el lugar de un lado al otro, rebuscando en los cajones algo de ropa, el me observaba sentado en la cama con una amplia sonrisa. Cómo si todo aquello lo entusiasmara. Incluso había daba brincitos sobre el colchón, ancioso.

Yo por mi parte, no había contestado a sus acusaciones. No las había afirmado, pero tampoco lo había negado. Era demaciado evidente. Nos había dejado solos unos minutos y luego ¿desaparecemos a la vez?... Y la chaqueta hablaba por sí sola.

Al darme la vuelta, vi que me miraba fijamente, ahora con los ojos entrecerrados.

-¿Que?- pregunté desconfiada luego de cerrar el cajón.

-¿Te gusta el pesado ¿verdad?- me preguntó esbozando una sonrisa maliciosa.

Yo, que acaba de hacer amago de moverme hacia el otro lado de la habitación, me quedé bien quieta en mi lugar sin mover ni un solo músculo, mirándolo pasmada ante su pregunta.

-¿Eso significa que si?- preguntó divertido al ver que no me movía.

-¡Claro que no!- espeté incómoda mientras reanudaba la marcha hacia la puerta.

Necesitaba salir de allí.

El sonido que emitieron los muelles a mis espaldas me indicaron que el rubio se había puesto de pie.

-Ajá ¿Y por eso te vas con el sin decirnos nada?- suspiré derrotada ante su tono de voz.

No parecía candado ni aburrido, a pesar de que ya llevaba más de diez minutos preguntándome lo mismo. Giré sobre mis talones hasta encararlo y encontrarme con una sonrisa picara aflorando sus labios.
Efectivamente se había puesto de pie y ahora estaba a unos cuantos pasitos de mi.

Ladeó un poco la cabeza, parecía muy dispuesto a seguir con el interrogatorio. Me daba la impresión de que no me iba a dejar en paz hasta obtener una respuesta. Pero no tenía que ser precisamente la que el quería escuchar ¿Verdad?

-Esta bien Biliey- me resigne, lo que provocó que sonriera con más fuerza.

-¡Lo sabía! Te gusta el pesado- canturreo feliz mientras se acercaba un poco.

-No, no me gusta- Lo detuve. parpadeo confuso y me miró como si no entendiera nada -Si, me fui con él y fue una locura. Pero lo hice porque no quería ver cómo Jenny se tatuaba, ese lugar no me gustó- agregué y al ver que empezaba a dudar me sentí más segura de lo que decía, a pesar de que ser una verdad a medias -¿Y porque lo llamas pesado?- pregunté en un intento de desviar el rumbo de la conversación.

Se encogió de hombros y su ceño fruncido se convirtió en una expresión de indiferencia.

-Nunca habla- fue toda su conclución -Siempre esta serio y apartado- sonrió como si se hubiera acordado de alguna maldad - ¿No viste lo sorprendidos que estaban todos cuando lo vieron aparecer contigo en la fiesta?- preguntó, olvidándose por completo del tema anterior.

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