El caballero de corbata mal puesta

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Capítulo 14/1
Diego

Las pesadillas habían vuelto.

Una vez más me desperté a media noche con el corazón acelerado y la respiración agitada. Siempre me había gustado la oscuridad, por lo menos hasta que pasó lo que pasó, desde entonces ya no solo me gustaba si no que la utilizaba como una protección. Rodeado de ella nadie podría verme, ni a mí, ni a mis marcas.

Sin embargo, cuando me incorporé de golpe sobre el colchón y ante mi solo había negro, mi primer impulso fue lanzarme hacia aún lado, donde estaba la lamparita de noche y prenderla a toda velocidad. Tantee con la mano, sintiendo que no tenía todo el control de mis extremidades.
Las cortinas estaban cerradas por lo que nisiquiera entraba luz natural.

Finalmente logré acertarle al interuptor y una tenue luz amarillenta salió de la bombilla, cegandome momentáneamente. Contuve la respiración al darme cuenta de que había sido exactamente por eso que no pude reaccionar a tiempo esa noche.

Volví a apagarla enseguida y entonces no me importó que no pudiera ver nada. Me levanté de la cama y me dirigí hacia el cuarto de baño. Podía notar el sudor resbalar por mi piel cómo si de agua se tratase, y el pelo pegándose a mi frente debido a ello.

A diferencia de las otras cortinas, las que colgaban del pequeño ventanuco del baño si que estaban abiertas, por lo que un rayito de Luz iluminaba la estancia y parte de mi rostro cuando me mire al espejo. La camiseta de tirantes estaba marcada por un pequeño hilillo de sudor que me cruzaba el pecho, pero a juzgar por cómo se sentía, la zona de mi espalda estaba micho peor.

Ya habían pasado casi dos años ¡Dos!

Me quité la camiseta con una mano, sintiendo la frustración, la ira y la culpabilidad fluir por cada partícula de mi cuerpo. La tiré a un lado del lavado y me pasé las manos por la cara. Todos mis tatuajes quedaron expuestos ante el espejo.

Hacia tanto tiempo que no pasaba que casi llegué a pensar que lo había superado. Todavía podía recordar cómo fue durante los primeros meses. Eran tan pocas las ocaciones en las que conseguía dormir tranquilo que las ojeras y el aspecto de cansancio ya era algo perpetuo. Cada vez que cerraba los ojos era como volver a vivirlo todo.

Algunas veces intentaba mantenerme despierto a fuerzas solo para evitarlo, pero al final siempre sucedía. En un principio pensé que solo serían secuelas que, con el tiempo, desaparecerían por completo, pero no. Y las pesadillas no eran la única prueba de ello, de echo, ya apenas tenía, y me jodía bastante ser tan consciente de porqué esa noche fue la excepción.

Karls.

Volver a verlo había desenterrado todo lo que en ese último año me había empeñado en enterrar y mantener en lo más profundo de mi. Ese maldito mundo no solo me destruyó a mi, si no que hizo que yo destruyera a alguien más. Volver a su rostro lleno de tatuajes, su aspecto desgarbado, su sonrisa prepotente que nunca le llegaba a los ojos, su morada...

A causa de esto empecé a sentir arcadas y repulsión cada que veía la sangre, algo irónico si lo pienso bien porque antes, era presisamente sangre lo que llevaba en los nudillos y algunas veces en la cara cuando regresaba a casa.

No puede evitar sonreírme a mi mismo al recordar lo mucho que disfrute al principio de todo y, casi como si mi propio cuerpo quisiera hacerlo más obvio, un cosquilleo que ya conocía demaciado bien comenzó a extenderse por mis puños. Es el que sentía siempre que tenía ganas de golpear a alguien. O a algo.

También es el mismo que me había recorrido todo el cuerpo la noche del cumpleaños de J, cuando la vi tirada en el suelo. No se porqué, pero en cuanto vi sus heridas se me olvidaron dos cosas:

A La Orilla Del Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora