Nueva yo.

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- ¿Pero hija mía se puede saber dónde estás ahora?

Miré hacia el horizonte sin prestar mucha atención a lo que mi padre me decía. Le quería como a nadie, era probablemente el mejor padre que podía existir sobre la faz de la tierra, y no lo decía por cumplir, pero me parecía tan importante la imagen que tenía frente a mis ojos, que no podía apartar mis ojos de ella ni un segundo. No sabía si volvería a ver algo así nunca.

- Estoy en un campo, papá.

-¿En un campo? ¿En que estás metida ahora Elle Lively?

- Papá- dije con una pequeña carcajada. No tenía porque preocuparse.

- No me ha avisado nadie de tu llegada a ninguna de nuestras propiedades, hija.

Ya empezamos.

-Eso es porque no estoy en ninguna de TUS propiedades, papi.

Le di un mordisco a la manzana que tenía en la mano mientras veía a mi perro acercándose a mi, se había llevado toda la tarde jugando con los pájaros y las mariposas. El pobre se pensaba que conseguiría alcanzar algún día algo que volase, pero no era ni tan grande, ni tan rápido como para conseguir aquello. Justo igual que yo, ni tan alta, ni tan capaz de alcanzar a quien estaba por encima de mi.

Suerte que ese nunca había sido mi propósito.

- Elle....

Oh, oh, papá suena un poco a advertencia. Creo que me he metido en un lío. Otra vez.

-¿Sí papi?- dije sabiendo que mi tono de niña pequeña era su debilidad.

- ¿Estas en España?

Miré la manzana una vez más, de repente se me había quitado el hambre.

-No papá- susurré.

-¡¿Dónde estás?- cogí aire antes de enfrentarme a lo que no quería escuchar.

Pipo no tardó en robarme la fruta de la mano cuando me deje caer en el césped para jugar con él.

- ¡Pipo!

-¿Te has llevado al perro?

- Papá yo...

- Quiero tu dirección YA.

Madre mía, yo no quería enfadarlo.

- Estoy en un pueblo de Italia, en la Toscana. Y si, me he traído a Pipo y a nadie más. He conocido a una familia de italianos que también hablan español papá, me pagan y me enseñan a vendimiar, corro descalza por la tierra y Pipo está más feliz que nunca. Aquí se siente... libre.

- Ellie...

- No quiero volver a España, papá. Quiero viajar, con mi perro, sin ninguna carga, quiero conocer gente nueva, otras culturas, otra forma de pensar.

- Aquí no te falta de nada hija, tienes campos de sobra a tu nombre para correr y vendimiar. Puedes trabajar en ellos si eso es lo que te hace feliz, puedes invitar a esa familia que tan bien se ha portado contigo... pero por favor, no me hagas esto.

- No puedo volver a ese pueblo papá.

- Hija, no puedes hacer caso a todo lo que hace y dice la gente, tienes que aprender a pasar de ellos y vivir tu vida. Tienes un imperio entero para ti del que te puedes hacer dueña y señora, nada me haría más feliz, y estarías tan ocupada en hacerte grande en todos los sentidos, que no tendrás tiempo de pensar en ninguno de esos perdedores que te han hecho daño en la vida. Tienes que dejar eso atrás.

- Pero es que yo no quiero llevar tu imperio, ni ponerme al mando de nada papá. Lo siento, lo siento porque se lo mucho que te ha costado, pero no quiero tu estilo de vida para mí...

Me di cuenta de mis lágrimas cuando Pipo intentó lamerlas y me hizo soltar una suave carcajada antes de darle un beso y tumbarme en aquel verde prado con él encima y el cielo anunciando la llegada del anochecer.

- Yo solo quiero que seas feliz Elle.

- Lo soy ahora, papá.

- A miles de kilómetros de mi.

- Y de todo lo que me hace daño, papá. Han sido años muy malos. De enfados, llantos y traiciones. Ahora que he salido de todo eso y he sacado fuerzas para irme de allí, no me hagas volver. Allí me siento sola.

- ¡Está tu padre para ti!

Se me partía el alma. No quería portarme así con él. No lo merecía.

- No puedo papá, no puedo.

- Por lo menos dime dónde estás, para ir a verte.

- Vas a querer llevarme.

- Elle Lively Hadson, sigues siendo una niña por mucho que acabes de cumplir la mayoría de edad.

-Ya te he dicho que en la Toscana, pero no mandes a ninguno de tus hombres en traje a por mí, me iré pronto papá.

- ¡Pero que dices! ¡¿Irte a donde?! ¡Elle! ¡Elle! ¡Sigues siendo mi hija! ¡Mi niña!

- Papá, te lo diré todo, te contaré todos y cada uno de mis pasos, de cada cosa que haga. Con la condición de que me entiendas y me apoyes.

Silencio en la línea.

- Adiós papá. Te quiero.

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