Necio, guapo y arrogante

40 7 2
                                    


No pienso mentir. Recuerdo mi llegada a Roma como una de las madrugadas más gélidas que había pasado en toda mi vida. Hasta Pipo tenía frío. Para mi suerte, en cuanto salimos del tren le puse la correa encima y pude llevar a gusto mi equipaje mientras él caminaba solo a mi lado lentamente.

Estaba buscando la salida para que mi perro pudiese hacer sus necesidades cuando...

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Chica perdida! ¡Aquí! ¡Aquí!

Lo vi de refilón con un papel que decía "Roma al revés para ti y para mí", me reí pensando en lo mono que parecía, todo abrigado y esperando a altas hora por quien quisiera que fuese a recoger, y empecé a caminar en busca de mi objetivo rezando porque mi perro se pudiera aguantar el pis ante la mirada de los guardias.

- Vamos, Pipí- susurré.

- ¡Eh! ¡Oye! ¡¿Esto es enserio?! ¡¿Encima de que he venido hasta aquí?!- era ese chico, hablando tras de mí, me daba pena que alguien pasara de él, pero no quise girarme a ayudarlo sabiendo que mi perro estaba desesperado por salir.

- ¡Pipo espera! - tuve que acelerar el paso con las maletas y todo cuando lo vi salir. Había encontrado una esquina nada más abrirse las puertas automáticas.

- ¡¿Oye estás sorda o algo?! ¡¿Siempre vas a tu rollo u es que eres así?!- entonces me di cuenta al escucharlo tan cerca, que quizá me estuviese hablando a mí.

Y lo vi.

Tenía los ojos marrones, nada especial. El pelo color café también, pendientes en ambas orejas y la mandíbula más perfecta que había visto en mi vida. Supe en ese momento, que si mi cerebro juntase todas las facciones que me gustaban de alguien y las uniese, se crearía a él.

- ¿Perdona? ¿Me hablas a mí?

Se calmó, supo enseguida que no tenía ni idea de que me estaba hablando, y con una mirada de paciencia y algo de comprensión, asintió antes de hablar.

- ¿Eres la chica que se ha estado quedando en casa de la tía Nina no? ¿Elle o algo así era?- me reí, parecía un chico un poco despistado.

- Elle, Elle Lively. Un gusto.

Extendí mi mano para que me diera la suya, y como si fuese un alíen ígnea intentando tocarle, me la dio de vuelta. Aunque tuve la sensación en ese momento de que no pudo evitar analizarme, cada rasgo, cada gesto, estaba absorto en mi rostro.

Apuesto a día de hoy a qué en ese mismo instante, el chico del papel en la mano, quedó prendado de mi.

- Tu nombre... es...

- Especial, lo sé. Tu tía me dice lo mismo.

Y ninguno de los dos dijo nada más. Tomó las maletas más pesadas por mi y comenzó a andar sin mediar una palabra, lo cual tomé como indicación de que debía seguirle. Igualmente, no conocía a nada ni a nadie en esta estación, pero por algún motivo, me sentía segura justo en ese momento.

- Perdona, ¿a dónde vamos?- pregunté cuando lo vi abriendo automáticamente las llaves de un coche blanco que parecía tener más años que èl y que yo.

- A casa, me acabo de mudar, he comprado este viejo trasto y le estoy haciendo un favor a mi tía porque seguramente sea la persona a la que más quiero en este país. ¿Algo más que preguntar?

Negué sin mediar palabra mientras lo veía cerrar la puerta del maletero donde apenas cabía mis pocas pertenencias. Tenía la sensación de que esa tartana se iba a caer en pedazos de un momento a otro, pero lo cierto es que no me importaba, estaba muy cansada del viaje como para darle importancia a las cosas materiales. Sabía que en lugar de parecer una desagradecida, tenía que estar más que contenta por todo lo que Nina había conseguido hacer por mí, así que no dudé en mandarle un mensaje en agradecimiento avisándole de que había llegado bien nada más subirme al coche.

- ¿Qué pasa? - pregunté cuando vi la cara del chico de estrañado mirándome por el retrovisor.

Parecía un poco harto de mí. O más bien, parecía estar aburrido y cansado de todo lo que le rodeaba en este preciso momento.

¿Siempre emanaría esa energía?

- Vengo a recogerte, te subo en mi coche, te guardo las maletas mientras te quedas mirando como yo hago todo el trabajo sucio, te sientas sin más con tu perro peludo soltando pelo por todo mi coche, ¿y ahora te quedas sentada en los asientos de atrás? ¿Qué crees que soy? ¿Tú chofer?

Me quedé mirándole directamente a los ojos por aquel espejo, en total silencio mientras le permitía analizar mis facciones un poco más de tiempo, demostrándole que su necedad no era absolutamente importante para mí. Y por supuesto, que no le iba a permitir que me hablase con aquel tono simplemente por haberme hecho un favor.

-Mi perro está cansado, agotado, tiene unos cuantos de años y lleva mucho viaje en el cuerpo por hoy. No te conocemos, y no nos separamos nunca. Yo te puedo limpiar el coche si quieres de su pelo en cuanto lleguemos a casa, pero desde luego que eso va a ser de lo menos sucio que pueda encontrarse en este coche.

Se quedó mudo. No dijo ni una sola palabra en el resto del camino, aunque me pareció ver una chispa de diversión en sus ojos justo antes de volver los ojos a la carretera. Yo guardé silencio, y dejé que Pipo apoyase su cabeza en mis piernas mientras el resto de su cuerpo ocupaba los otros dos asientos traseros del coche.

Estaba segura, estaba haciendo lo que necesitaba. Algo me decía que no me equivocaría. Todo lo que veía a través de la ventana me impresionaba, todo me parecía bello. Tenía a mi perro a mi lado siempre, protegiéndome y dándome cariño allá por la parte del mundo a la que decidiésemos ir. Y también tenia a un necio, guapo y arrogante que tatareaba canciones mientras conducía fumando y se perdía entre luces, calles de piedras y gente, mucha gente.

-Ey, despierta. Hemos llegado.

PERSUASIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora