#MaximilianCasi no duermo en toda la jodida noche pensando en esos ojos verdes mirándome desde el suelo, mojada, casi desnuda, con esos ojos grande y ese pezón rosa que de la nada había podido ver. Estaba jodido. No era lo que sentía con cualquiera, me había tirado a más tías de las que podía memorizar, pero esta me ponía con solo verla. Y no por su cuerpo, que también, es que ella me hacía querer... algo más.
- ¡Ábreme la puerta capullo!
Los portazos empezaron a retumbar en toda la casa, y yo dejé mi café en la mesa de la cocina mientras me apresuraba para abrir al idiota de mi amigo antes de que se le ocurriera despertar a la chica. Bastante había tenido ya con sus numerosos cabreos en la tarde de ayer, no me quería ni imaginar como podría llegar a ser recién levantada.
- ¿Quieres dejar de tocar la puerta como un energúmeno? ¿O prefieres que te parta la cara?
- Ya veo que te has levantado con el pie izquierdo, cariño. No te preocupes, tenemos negocios que hacer.
Leonel entró como Pedro por su casa una vez más. Soltó la bolsa que traía en el sofá, se quitó los zapatos y se acomodó como si de un marqués se tratase. Cerré la puerta con cuidado tras de mí, y quise matarle cuando se puso a inspeccionar la casa nueva, era la primera vez que la veía con sus ojos, todavía no había quitado ni la mitad de sábanas que el anterior inquilino dejó para no estropear los muebles.
Los acabaría tirando todos. De eso estaba seguro.
- ¡GRRRR! ¡GUAU! ¡GUAU!
Me cago en...
- Tío, desde cuando tienes un....
- ¡Es mío! ¡Pipo para!
El perro le hace caso enseguida y se tumba en el suelo al lado de mi amigo, quien se encuentra tan absorto en la chica como yo. Ha salido corriendo, despeinada, en un pantalón enano de hacer deporte, tirantes y sujetador. Sabía que la chimenea iba a calentar la casa, pero tanto como para que haya dormido así... no.
- Tío no sabía que tenías ligue, sino hubiera venido en otro momento.
- No soy su ligue.
Mierda. Podría haber dicho que si, por lo menos a este baboso.
- ¿Qué haces así? - Ella se mira como si no supiese de que le estoy hablando, y esa inocencia fingida me pone los calzoncillos a reventar.
- Pipo es capaz de A-T-A-C-A-R, me he asustado - junto todas las letras en mi cabeza y le miro sorprendido, no es un perro con pinta de echarse encima de alguien. Pero si ella lo dice...
- ¿Qué pasa si dices Ata....
-¡Pipo no! - antes de que nos demos cuenta, mi amigo está corriendo delante del perro para que no lo coja. Elle corre tras ellos dos para evitar que ocurra una catástrofe mientras me destrozan toda la casa, pero ninguno puede parar. Yo miro la situación con un toque de gracia, pero de repente veo la bolsa llena de billetes que ha traído Leonel encima del sofá, y corro a esconderla antes de que la princesita se papá pueda llegar a darse cuenta y empiece a preguntarme por cosas que no quiero contestar.
- ¡PIPO STOP!
El perro obedeció la orden en inglés y tardó cero segundos en tumbarse sobre el suelo como si estuviera triste porque su dueña le había regañado. Ella se acercó a mi amigo y empezó a preguntarle si se encontraba bien como quien acaba de ser casi atropellado.
Venga ya.
- ¡¿Te puedes ir a vestir?! ¡¿No ves lo que estás causando?! - grité enfurecido mientras señalaba el destrozo que habían formado ambos en mi salón, aunque lo cierto era que eso no me preocupaba en lo más mínimo, lo que me cabreaba de sobremanera era ver los ojos de Leonel perdiéndose en su escote mientras ella se paseaba por mi salón como si no llevara por ropa dos trozos de tela de lo más absurdos.
- Lo siento - susurró. Y otra vez me sentí mal, justo como me sentí la noche anterior antes de entrar a casa. Se me revolvía el estómago al ver como apaciguaba su carácter ante mi.
- Tío, no se quien es la chica, pero te has pasado ocho pueblos. No se si te gusta, si te la has tirado, o si es otra más de tus conquistas, pero a mí me ha dado pena hermano. Si no quieres nada con ella, yo puedo... - lo corté antes de que me dieran ganas de estrangularlo contra la pared, porque bien sabe Dios que sino tuviera que necesitar su ayuda en los negocios, ni se hubiera criado conmigo, lo habría estrangulado con mis propias manos en ese momento.
- No. Tú no vas a hacer nada, ella es mi asunto. Ahora coge la bolsa y cuenta tú el dinero por los dos, yo tengo muchas cosas que hacer.
Leonel no se atrevió a medir palabra, simplemente cogió lo que había traído y se marchó sin despedirse mientras yo observaba cada uno de sus movimientos de pie con los brazos cruzados y las piernas entreabiertas. Cerró, y quise gritar de la frustración. Me dolía la polla. Me dolía a reventar. Sólo tenía la imagen de ella con el pelo suelto y ese pijama merodeando por mi territorio como si nada, inocente.
Tenía dos opciones. Largarme con cualquiera de las mujeres que tenía en mi chat de WhatsApp, desquitarme a lo loco y volver a casa relajado. O... subir arriba y ver que hacia ella. Calentarla. Besarla. Tirarle del pelo hacia atrás. Hacerle gemir mi nombre como la escuché gemir la noche anterior en la ducha.
Maldita sea.
Antes de poder decidir, mis piernas ya me habían llevado hasta la puerta de su dormitorio. No me lo pensé dos veces, abrí la puerta de golpe, pera mi sorpresa ella estaba de pie frente a la cama, quitándose el pijama que llevaba puesto, supongo que para cambiarse como le había indicado yo.
- ¿A ti no te han enseñado a lla...
No pudo terminar la frase cuando mi boca acaparó la suya, fuerte, desgarradoramente. Ella gimió en mis labios, lo cual me puso mucho más. La tomé del pelo y la volví a acercar a mi boca peligrosamente, estaba nublado de deseo.
- Te voy a enseñar a disfrutar, princesita.
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PERSUASIÓN
Novela JuvenilNo estaba buscando nada más que mi felicidad de algún modo, en cualquier parte, todas las opciones me parecían buenas. Incluso él.