Maldito infeliz.

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#Elle

Había descubierto mi habitación por intuición, porque fue la primera que abrí y parecía como si nadie hubiese estado allí en años. Tenía sábanas sobre la cama, la mesita, el armario y el escritorio. Eso era todo lo que tenía la diminuta habitación, nada que ver con las almohadas y cojines rosas que había dejado en casa de mi padre. Aquí no había ni baño privado, ni vestidor, ni tocador ni nada.

Me mentalicé diciéndome a mi misma que no me importaba en lo más mínimo, que no quería volver al pueblo y que todo lo que necesitaba era acomodarme a esta vida, agradecer por lo que tenía, y valorar la necesidad de trabajar para juntar dinero y valerme por mi misma. Lograr comprar otra casa, o poder pagar un alquiler, terminar de hacerme al idioma, y crear una nueva vida desde cero. Dejar a la Elle con ansiedad en el pasado y enterrarla tan profundo, que no pudiera volver.

-Vale Pipi, esta será nuestra nueva casa, así que ve acostumbrándote a ello - le dije mientras acariciaba su cabeza y él movía el rabo.

No tardé en abrir la ventana que había sobre el escritorio, quitar las sábanas de todos lados y dejar la puerta abierta mientras buscaba el aseo para poder darme una ducha y dormir. Mañana me encargaría de colgar y ordenar las pocas cosas que había traído, necesitaba una buena ducha caliente y un sueño reconfortante por fin.

Me metí al baño, me miré al espejo, tenía parches en los ojos del rímel que se había corrido al frotarme los ojos. Estaba muerta. Me examiné bien la cara frente al espejo, no paraba de pensar en el cambio que estaba dando mi vida y como iba a lograr todo lo que quería. Me miré decidida a los ojos, recordando la de veces que me había visto en esta posición con ellos llenos de lágrimas. Eso no iba a volver a pasar.

- Volver a estar como antes sería un insulto a todo lo que he pasado- me susurré a mi misma mientras comenzaba a desnudarme.

- ¡¿Pero qué....?!

La cortina de la ducha se abrió por completo, y yo me quedé petrificada.

SANTAMARÍAMADREDEDIOSRUEGAPORNOSOTROSAHORAYENLAHORADENUESTRAMUERTEAMEN.

-Cierra la boca, por muy niñata que seas no creo que esta sea la primera vez que ves desnudo a un chico.

Sonrío, sonrío como no lo había visto nunca antes. Cogió la toalla más cercana a sí mismo y se la puso en la cintura, marcando todos los músculos de sus brazos y de su pecho con cada uno de sus movimientos. Mis instintos más primarios quisieron salir a flor de piel y lanzarme a él como lo había hecho con el último de mis exs. Me abría encantado, tocar esos cuádriceps y pasar mi lengua por ese pecho, su cuello, haber dejado que me cogiera en brazos y me comiera hasta volverme loca al amanecer.

-Disimula un poco, se te ha olvidado hasta taparte el pezón - se marchó riéndose al pasar por mi lado, subiéndome el tirante del sujetador de encaje que estaba a punto de quitarme antes de verle. Se paró, me dio un beso en la cabeza, una palmada en el culo y dejó toda su fragancia a hombre limpio a su paso. Me lo quería comer.

Para cuando reaccioné ya no había nadie conmigo y la puerta del baño estaba cerrada. Estaba sola, deseosa e hinchada. Mirándome al espejo me di cuenta de lo roja que me había llegado a poner, y no me reconocí, mis ojos emanaban deseo. Estaba sedienta. Yo nunca había sido así.

- ¿Qué me está pasando? - susurré ante mi propia imagen.

Tardé unos segundos en reaccionar y comenzar a quitarme la ropa para ducharme, ahora todo el cansancio con el que contaba horas atrás, se había vuelto deseo. Ni siquiera había pensado en lo mucho que me había excitado con solo acercarnos, la imagen de sus atributos tampoco se me borraban de la cabeza, y mientras el calor del agua abrasaba mi piel con gusto, me preguntaba cuanto tiempo pasaría hasta que encontrara a alguien que apaciguase mis ganas. Porque a la vista está que él a lo único que estaba dispuesto, era a hacerme de rabiar. Nada más.

-Maldito infeliz - dije cuando acabé de tocarme con la alcachofa de la ducha.

¿Me había sentido culpable porque no era mi casa? No.
¿Me preocupaba que pudiera oírme y quedar como una guarra? No.
¿Me ponía aún más el hecho de pensar en cuanto le podría excitar a él si llegase a oírme? Sí.

Y algo me decía que no me equivocaba con su libido sexual cuando al salir de la ducha, tras un intenso orgasmo, encontré en un cajón del lavabo, todo un cajón lleno de condones.

Menudo fichaje, con la cara de bueno que tiene.

Y de guapo.

Me vengaría, y ese cajón sería sin duda alguna, mi primer objetivo.

Para cuando salí del baño a hurtadillas en el silencio de la noche, solo se oía la tele del salón y los pasos de mi perro buscándome cada vez más cerca, intenté no hacer nada de ruido de camino a mi habitación, pero de repente el sonido del televisor cesó y con ello la luz de la planta baja se apagó. Me apresuré, pero Pipo se cruzó en mi camino en medio de la oscuridad y caí al suelo de muy mala manera, por miedo a hacerle daño a él.

La luz del pasillo se encendió. Mierda.

- Primero te metes en mi baño, luego me enseñas un pezón, después te oigo gemir, y ahora te encuentro en el suelo casi de rodillas envuelta en la toalla más pequeña de esta casa.

Se le tiene que estar inflando el ego como nunca.

Y me ha escuchado. Tierra trágame.

- Ayúdame en vez de quedarte ahí parado pensando cosas que no son - finjo estar enfadada, pero lo cierto es que la vergüenza me carcome cuando siento como pega su cuerpo al mío casi desnudo. El con un pantalón. Yo con una mini toalla.

- Princesa, no te sonrojes que no lo digo para avergonzarte.

-Ya.

Me toma del brazo y me acerca hasta él para susurrarme.

- Lo digo para que la próxima vez no dudes en avisarme.

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