Capítulo 6

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VICTORIA

Las calles de París nunca dejan de enamorarme, los parisinos no me han tratado de la mejor manera en muchas ocasiones, pero no son ellos lo que hace regresar a las personas, son sus calles, su comida, su estilo, eso y más me hace creer en el amor.

Los meses que llevo aquí me han hecho querer este lugar sobre todo por mi hijo, los recuerdos que me lleve de este lugar siempre estarán acompañados de él.

Desde hace algún tiempo he pensado en la posibilidad de mudarme como dije, me gusta el lugar, pero para que mi hijo crezca prefiero una ciudad pequeña en la que poder llevarlo a la escuela sin que me tome mucho tiempo y pueda hacer amigos de muchos niños.

Sonrió cada vez que pienso en ello, espero darle una vida muy feliz.

Llego a casa, saludo a Sandro en el camino al ascensor, me ha tratado muy bien desde que estoy viviendo aquí aunque lo he notado un poco distantes desde hace algunos días supongo que es cosa de parisinos.

Saludo a Bianca, no me detengo, no puedo esperar más, todo el día pienso en él, al salir del trabajo es en lo único que pienso.

-Hola. –Digo a cierta distancia, cuando llego a su lado sonríe y extiende sus pequeñas extremidades para que lo sostenga.

Paso con él lo que resta de la tarde hasta que llega su hora de comer, lo alimento y estoy a su lado hasta que se queda dormido.

Camino hacia mi habitación para darme una ducha y cenar algo.

De camino veo a lo lejos un sobre la mesa llamándome la atención, continuo el paso hacia mi alcoba, algo en mi cabeza me hace regresar para qué ver lo que contiene dicho sobre.

Estoy a punto de abrirlo cuando Bianca aparece de la nada dándome un susto de muerte.

-¿Qué haces aquí? –Tomo el sobre. –Es tarde. –Veo por la ventana, las luces ya inundaron la ciudad, dejando claro que la noche ha llegado.

- Lo sé. –Mueve sus pies para estar frente a mí. –Por error me llevé el sobre. –Señala con la cabeza.-Lo traje por si contiene algo urgente.

-Está bien, puedes irte.

Sonríe sin verme a la cara, toma sus pertenencias y sale sin decir ni una palabra.

Mi ceño se frunce al verla atravesar la puerta, hace días la noto extraña, no sé qué pensar acerca de ella tal vez lo mejor sea conseguir a alguien nuevo, algo en ella no me termina de convencer.

Abre el sobre, son varias hojas, a medida que mis ojos vagan por cada palabra que está escrita en ellas, mi corazón se acelera, mis pupilas se dilatan, mi cabeza está a punto de explotar y mis ojos estallan en lágrimas.

¿Cómo lo supo?

Esto no puede estar pasando, corro hacia el baño y vomito hasta que nada sale de mi garganta.

Regreso en busca de mi teléfono para marcarle a la única persona que me puede ayudar.

Lo intento muchas veces, el resultado es el mismo, veo la hora, no puede estar durmiendo.

Le marco a alguien más y es lo mismo, nadie responde. Busco el número de Félix me responde a los pocos intentos.

-Hola. –Escucho sonidos de platos, debe estar preparando la cena.

-¿Hola? –Vuelve a hablar.

-Félix. –Mi voz suena apagada.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Habla con la voz un poco grave, es el tono que suele usar cuando se pone serio.

-No. –Apenas hablo.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora