Capítulo 7

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VICTORIA

Estoy sentada en una de las esquinas de mi cama, al levantarme sentí un ligero mareo, debe deberse al hecho de que no he comido casi nada desde el lunes.

Siento un vacío en mi corazón como nunca antes, me falta mi hijo, no sé cómo vivir sin estar a su lado.

Ayer nos presentamos ante el juez, fue un desastre, no escucho ninguno de mis argumentos, simplemente le cedió la custodia a Thomas.

El abogado que envió Jesee no sirvió para nada.

Vinieron a buscarlo en cuanto salimos del lugar, estuve a punto de rogarle a Thomas que no lo hiciera, pero su actitud me freno, la única vez que lo vi observándome lo único que pude ver en sus ojos fue desprecio a hacia mí.

Nada tiene sentido si no estoy con él, es todo para mí, nada me importa, nada me llena como lo hace él.

Quiero beber como lo hice el día que me lo quitaron, no tengo recuerdos claros de lo que paso después, solo sé que desperté con la ropa vomitada.

Quisiera seguir bebiendo, pero no puedo darle otra razón para que quite las visitas.

El infeliz hizo que mis visitas fueran solo una vez a la semana. Una vez, ¡Tiene cinco meses!

Me veo en el espejo que está en mi sala. Me veo horrible, las ojeras las tengo pronunciadas y los ojos rojos de tanto llorar.

Tocan la puerta y al abrirla es la empleada del edificio preguntándome si necesito que limpie el apartamento, le digo que no, no tengo dinero, estoy quebrada.

Regreso a mi habitación para dejar que todo fluya como los días anteriores y sacar todo lo que tengo dentro de mí,

Nunca me había separado de él desde que nació, lo añoro tanto, sé que no le va a faltar nada, que a su lado tendrá un mejor futuro con más oportunidades, pero eso no puede evitar que lo extrañe tanto.

Vuelven a tocar, me acuesto fingiendo que no escucho nada.

Intento dormir, pero los fuetes golpes me lo impiden, seguro es algo del edificio, una de mis vecinas menciono algo de una junta o no sé.

Como si me importaran esas cosas, no voy a ir, no quiero oír a señoras sin nada que hacer quejarse.

No dejan de golpear la puerta y me muevo para decirle que me deje dormir de una maldita vez.

Abro la puerta de forma violenta como la intención de pelearme con quien sea que este del otro lado, pero para mi sorpresa no es nadie de las personas que esperaba.

Es el mismo abogado que estaba en la corte, el maldito que ayudo a que me quitaran a mi hijo.

-¡¿Qué?! –pregunto lanzándole una mirada filosa.

-¿Puedo pasar, señora? –dice el muy imbécil como si no supiera que no me agrada.

-¿Déjeme entrar y le explico?

Me muevo para que pueda pasar, entra sin decir nada y cierro la puerta.

-El señor Hoffman me envió para ofrecerle un trato.

-¿Thomas? –frunzo el ceño, lo odio tanto, ojalá haya muerto.

-Sí. –dice sacando un folder de su portafolio y lo extiende para que lo tome.

Dudo en hacerlo, no quiero más, no sé si poder soportar otro golpe como el que me dio, mis lágrimas intenta salir, él lo nota y niega inmediatamente.

-No es otra demanda, no se preocupe por eso. –comenta leyéndome la mente.

-Entonces, ¿Qué es?

Estamos parados a la mitad de la sala, ve el sillón, no le ofrecí nada, no tenía buenas expectativas cuando lo vi en mi puerta.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora