VI. ESTO QUE SE ROMPE CUANDO ME TOCAS

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Recorro estas calles

y recuerdo quienes éramos o lo que queríamos ser.

Recuerdo que me decías:

"sí cerramos los ojos y soñamos lo suficiente,

podríamos quedarnos aquí para siempre",

tantas cosas que queríamos y que no pudimos hacer.

Mis días a tu lado eran destellos

de una vida que pudo ser y que no fue.

La forma en la que caminabas

como si te estuvieran persiguiendo,

porque decías que querías adelantarte al futuro y ser tú quien decidiera lo que vendría.

Tu forma de reír sin parar

solo porque no te gusta hacer las cosas a medias.

Te acostaste en mi pierna

y yo acaricie suavemente tu cabello

hasta que te quedaste dormido.

Que inmenso era saberte en mis días,

qué grande era mirarte y encontrarme en tus ojos,

que afortunado me sentía cuando me regalabas tu tiempo

y volábamos lejos de todo.

Por eso no olvido el día que te marchaste

(huiste),

me miraste mientras las lágrimas caían por tus mejillas,

dijiste: "te quiero",

y después de eso un montón de cosas salían de tu boca,

una y otra y otra y otra...

Fuiste una estación en mi vida,

llegaste en verano cuando el sol estaba saliendo

y te fuiste en otoño cuando todo se estaba secando y cambiando su forma,

así como nuestro amor que se secó

y se convirtió en un simple fragmento de mi historia.

De la historia que pudo ser nuestra.

Entre Café y lagrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora