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El partido había comenzado hace rato, y ahora nos encontrábamos en el descanso de medio tiempo. Íbamos ganando 43-32, pero el cansancio comenzaba a notarse en las jugadoras, especialmente en Minji. Aunque no se había lastimado, su respiración agitada y el sudor en su frente la delataban.

Me acerqué a ella con una botella de agua en mano.

—¿Estás bien? —pregunté con suavidad.

Minji tomó la toalla que estaba en su silla y se secó el sudor antes de mirarme con una sonrisa cansada.

—Sí, solo estoy un poco agotada.

—Deberías descansar en este próximo cuarto y entrar en el último —le sugerí mientras le entregaba la botella.

—No es necesario —bebió un poco de agua y me guiñó un ojo—. Estoy bien.

El silbato sonó, llamando a las jugadoras de vuelta a la cancha. Minji se inclinó hacia mí y me besó la frente con ternura.

—Espérame al final del partido, ¿sí?

Asentí, observándola volver a la cancha con determinación.

Regresé a mi posición con las porristas y seguimos animando.

El partido se volvió más intenso en el tercer cuarto. El equipo contrario logró alcanzarnos, terminando en un empate de 58-58. En el último cuarto, ambos equipos anotaban sin parar, manteniendo el marcador parejo.

El tiempo corría y estábamos en el último minuto. El equipo contrario logró anotar, dejando el marcador en empate nuevamente. Haerin consiguió la pelota e intentó avanzar, pero la defensa no le daba espacio. Al no ver salida, buscó una oportunidad y logró pasarle el balón a Minji.

Minji lo tomó y, con una velocidad impresionante, se abrió paso hasta la canasta. Justo cuando saltó para encestar, una jugadora del equipo contrario la bloqueó, arrebatándole el balón.

Mi corazón se detuvo un segundo.

El equipo contrario aprovechó la oportunidad y corrió hacia nuestra canasta, esquivando la defensa de nuestro equipo. En el último segundo, encestaron el punto decisivo.

El silbato sonó, marcando el final del partido.

87-89. Habíamos perdido.

Los equipos se dieron la mano y regresaron a los vestidores, al igual que nosotras, las porristas.

Me duché y vestí lo más rápido que pude, y junto con Dani, corrimos a los vestidores del equipo de baloncesto.

Cuando entramos, el lugar estaba casi vacío. Solo quedaban tres chicas además de Minji y Haerin, quienes estaban terminando de vestirse.

—Hola —saludamos ambas.

Dani se acercó a Haerin y le dio un corto beso en los labios.

—Lo hiciste bien, cariño —dijo con dulzura.

Haerin sonrió y le devolvió el beso antes de levantarse para tomar sus cosas.

—¿Las vemos en la fiesta?

—Sí, vayan con cuidado —respondió Dani.

Ambas se despidieron y salieron de los vestidores.

Me senté al lado de Minji, quien seguía atando los cordones de sus zapatillas con el ceño ligeramente fruncido.

—Estuviste increíble, Minji.

—No lo suficiente —murmuró sin mirarme. Se levantó y guardó su uniforme en el casillero con movimientos tensos.

Hurt - bbangsaz    EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora