Whatsapp del Terror

XXI

―Aguanta, ¿dijo "mis amiguitos y yo"? ―preguntó Daniel, aterrado.

―Así parece... ―contestó Shaden, temblando.

―Entonces ¿qué?, ¿vamos a escondernos? ―cuestionó Dánae.

―Es lo mejor ―dijo Amara.

De la nada, una bocina pequeña de color celeste se deslizó hacia ellos.

―Dejen sus celulares en el suelo. Tienen hasta cien: uno, dos, tres, cuatro... ―comenzó a contar.

―¡Es el contador! ―advirtió Michelle, y todos comenzaron a esconderse.

Michelle y Daniel se escondieron debajo de la mesa que había en la cocina. Al estar todo oscuro, nadie podía notar su presencia, a menos que hicieran un movimiento o sonido brusco.

―Michelle, dime la verdad ―susurró―, ¿eres Desconocido? ―preguntó nervioso, a lo que ella entrecerró los ojos con fastidio.

―¿Qué te sucede? Obviamente no, no soy capaz de matar a alguien.

Nicolás y Nacho se escondieron bajo las camas de sus padres. El cobertor King Size llegaba hasta el suelo, provocando que no se vea nada bajo la cama.

―Nachi, ¿vos creés que vayamos a morir?

―Quizás Desconocido no es tan mala persona, puede dejarte vivir a tí ya que es tu cumpleaños...

―Boludo, es igual si me muero yo o si se muere alguien más ―empujó su cabeza.

Shaden y Elizabeth se escondieron en el patio, las dos subidas a un árbol. Thiago y Mattie estaban cerca, escondidos en un arbusto.

―Si muero, diles tú a mis padres, que nadie más lo haga, Liza ―le pidió Shaden.

―Lo prometo, pero tú haz lo mismo si yo también muero.

Sebastián, Alexis, Nirvana y Santi se escondieron en el cuarto de Nacho y Nico. Santi tenía el tamaño suficiente para entrar en el armario de los hermanos, cubierto con ropa suya para no ser descubierto; Nirvana acompañó a Santi en su escondite, fingiendo ser una caja, sosteniendo una navaja automática; Sebastián se escondió abajo de la cama de Nico y Alexis bajo la cama de Nacho, empuñando un cuchillo con fuerza. Ésta tenía un relieve más pequeño, haciendo pensar que ningún humano cabría ahí abajo.

Por último, Diego, Amara, Dánae, Samuel y Camilo se escondieron en la azotea, todos con sus mochilas, para protegerse del desconocido.

―Qué loco es pensar que hoy puede ser tu último día, ¿no, Cami? ―preguntó Samuel, con nostalgia.

―Sí, bastante.

―Entonces, si muero ¿qué les dirán a mis padres? ―cuestionó Diego.

―Pues, si te mueres, les dirán que estás muerto ―bromeó Amara.

―No te pases de chistosita, Amara. Corremos peligro real... No me imagino qué dirán mis padres si Daniel muere...

―Si Daniel... ¿muere? ―dijo Camilo, nervioso.

Hubo tensión unos segundos. El contador había llegado a cien y el silencio incómodo se rompió.

―Dánae, soltaste la sopa ―la reprendió Diego.

―Ups... De cualquier manera, él era el primero que iba a morir, así que... ―Dánae sacó un cuchillo de su mochila, corrió hacia Camilo y se lo clavó en el pecho, manchando su camisa con sangre.

―Maldita... ¿así hubieras asesinado a tu hermano?, ¿tú fuiste quien mató a Natalia?

―La verdad es que sí, ni siquiera me importa ―se encogió de hombros―. Además, yo no maté a Natalia.

―Fui yo ―Amara levantó la mano.

―Samuel, ¿tú también? ―preguntó casi sin fuerzas, mientras se tambaleaba, a lo que el contrario asintió.

―Te veo en el infierno, Camilo ―lo empujó por la ventana de la azotea, quebrando su cuello.

―Yo tomo la foto, tranqui ―avisó Diego.

―¡Me encanta ver sus cuerpos sin vida! ―exclamó Dánae alegremente―. ¿Bajamos?

―Yo voy por los cuartos, a ver si encuentro a alguien ―comentó Samuel.

―Y yo voy al patio, de seguro hay algo interesante ―dijo Amara.

Samuel se encaminó primero al cuarto de Nico y Nacho. Comenzó a silbar una melodía aterradora mientras buscaba personas con su linterna en la mano derecha y movía el cuchillo de un lado a otro con la izquierda, amenazante.

―Salgan de su escondite, mis niños...

Nirvana se alteró y volteó hacia Santi.

―¿Ese no es Samuel? ―gesticuló con los labios.

―¡Si! ―susurró alterado.

Al parecer, Samuel escuchó el susurro y se acercó al armario. Lo abrió con cuidado y...