Capítulo 4 (Parte 1)

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Dios santo, no hay lugar más encantador en toda Korea! -exclamó Tzuyu con alegría al tiempo que inhalaba una profunda bocanada de aire.

Lisa contempló con la mirada perdida las enjalbegadas casitas perfectamente dispuestas sobre las montañas verdosas y púrpuras que se alzaban ante ellos. Los campos estaban cubiertos de rollizas vacas peludas, de cebados gansos y de niños de mejillas amanzanadas y piernas desnudas que gritaban de excitación mientras corrían para dar la bienvenida a su lady. Lisa alzó los ojos al lúgubre castillo en la cresta de la montaña. El día que trajo a casa a Karina, había presumido orgulloso ante su reciente esposa del esplendor de la enorme fortaleza de piedra, que era testimonio de la simplicidad, el orden y el último avance en materia defensiva. Ahora, mientras lo observaba, sólo podía pensar en una cosa. «Este es el lugar donde yace moribundo mi hijo.»

-¡Manoban, Manoban! -gritaban los niños con voz alegre-. ¡Ya has vuelto! -Parecen felices -observó Seulgi-. Es buena señal.

Lisa asintió. Si Felix hubiera muerto durante su ausencia, el clan estaría de luto y temiendo el retorno de su señora. Sin embargo, su gente se estaba reuniendo para recibirle, agitando sus manos en pos de saludo, sus caras iluminadas con reservado optimismo. Ciertamente esperaban que hubiera encontrado a la bruja y que ésta fuera capaz de curar al joven.

-¡Vamos! -dijo, ansiosa por ver a su hijo-. Démonos prisa.

Jennie se aferró a Chaeyoung al pasar galopando junto a los Manoban que les saludaban. En el instante que sus ojos se posaron en ella, sus sonrisas fueron borradas por la reserva y el miedo. Era una expresión que conocía bien. Ignorando sus miradas, alzó los ojos hacia el enorme castillo que emergía amenador ante ella. Era una impresionante estructura fría, de piedra negra toscamente cincelada, con cuatro torres siniestras y un muro macizo e impenetrable que se elevaba unos dieciocho metros en el aire. La fortaleza había sido construida con el mero propósito de defender a sus ocupantes. Desprovista de calor y gracia parecía más una prisión que un hogar. Al encontrarse más cerca observó que todas las ventanas de la torre principal estaban completamente cerradas, lo que le pareció peculiar ya que hacía un día espléndido y cálido. Manoban y sus guerreras hicieron sonar con estrépito las chirriantes abrazaderas de la puerta y entraron al patio. Hombres y mujeres fueron saliendo en tropel del siniestro castillo, ajustándose su hanbok mientras corrían para saludar a su lady. Al salir a la luz resplandeciente del sol, entrecerraban los ojos y se los protegían, como si encontraran su brillo casi cegador. Varios hombres aspiraban grandes bocanadas de aire con ansiedad, lo que llevó a Jennie a cuestionarse la pureza del aire en el interior del castillo.

-Bienvenida de vuelta, Manoban -gritó un joven gallardo de pelo castaño que se acercó corriendo para hacerse cargo de su caballo. -Gracias Junho-dijo Lisa mientras desmontaba-. Hoy los caballos necesitan cuidados extra. Han cabalgado mucho e intensamente.

-De acuerdo -dijo el muchacho con voz solemne-. Me encargaré de ello. -Miró con curiosidad a Jennie y a continuación se volvió para cumplir la orden.

Jennie se deslizó del caballo de Chaeyoung, consciente de que todas las miradas estaban puestas en ella. Sus expresiones iban de la incertidumbre al miedo más absoluto. Los hombres se habían colocado delante de las mujeres, éstas delante de los niños, cada uno intentando proteger al otro de la perversidad de Jennie. Ella devolvió las miradas de cautela de los Manoban con calma glacial, sin dejar vislumbrar ni un ápice de las emociones que la aturdían. Después de haber sido tratada durante tantos años como algo vil y peligroso sus sentimientos no se habían endurecido, pero el tiempo le había enseñado a esconder su propio miedo y humillación. Por un breve instante, en el viaje, había pensado realmente que el hecho de que los Manoban estuvieran buscando una bruja podría significar que su trato hacia ella sería diferente al de su propio clan. Se había equivocado. Manoban se encaminó con determinación, dando grandes zancadas cía el castillo, en apariencia ajeno al recibimiento frío que su gente le estaba dispensando. Al darse cuenta de que Jennie no le seguía, se detuvo y se dio la vuelta.

Hechicera(Adaptación Jenlisa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora